El árbol es el símbolo de la vida en perpetua evolución, evoca la idea de verticalidad. Por otra parte, muestran el carácter cíclico de la naturaleza y de la existencia misma como muerte y regeneración. Los árboles de hoja caduca evocan esta ciclicidad, ya que cada año se despojan y recubren de hojas.
Sin embargo el árbol de hoja perenne simboliza o refleja la Inmortalidad, aquello que siempre fue, siempre es y siempre será. Esta idea no se contradice con la anterior puesto que la esencia perdura y la apariencia cambia.
El árbol, dentro del reino vegetal, es uno de los seres vivos que mejor nos pueden inspirar, puesto que refleja las leyes más profundas de la naturaleza sin los velos producidos por las angustias y egoísmos de otros seres vivos, como los animales y, por supuesto, los seres humanos.
Dice una máxima hermética: “Así es arriba como es abajo”. Lo cual nos puede indicar que observando este reino de la naturaleza, del cual hablamos, podemos descubrir o desvelar los mayores misterios, de una forma tranquila, serena y bella. Belleza, armonía, orden y humildad son características suyas. Humildad puesto que ellos saben cumplir con su deber sin someter su vida a caprichos y apetencias. Ellos crecen y se mantienen verticales recibiendo la energía del sol y aceptando el aporte de los cuatro elementos: Sus raíces profundizan en la tierra, su tronco transporta el agua, sus hojas reciben el aire y sus flores y frutos se abren al sol. Su madera acepta el fuego y transforma su energía interna en calor.
Por todo esto lo podemos considerar como imagen de los tres mundos: subterráneo, terrestre y celeste.
Dado que sus raíces se sumergen en el suelo y sus ramas se elevan hacia el cielo, el árbol es universalmente considerado como símbolo de las relaciones que se establecen entre la tierra y el cielo. El “Árbol del Mundo” es un sinónimo del “Eje del Mundo”.
El “Árbol de la Vida” es un árbol central, su sabia es el Rocío Celeste, sus frutos dan la Inmortalidad. Así ocurre con los frutos del Árbol de la Vida del Eden, las Manzanas de Oro del Jardín de las Hespérides y los Melocotones de Si – Wang mu, la savia del Ahoma iranio...
El paraíso terrestre posee un segundo árbol central, el de la “Ciencia del Bien y del Mal”, que opone una dualidad a la unidad del Árbol de la Vida. El Árbol de la Ciencia es, precisamente, el instrumento de la caída, el causante de la salida del paraíso y es que esa dualidad o polaridad del conocimiento científico, que todo lo clasifica y divide, se opone a la unidad del conocimiento intuitivo del mundo de las esencias o mundo espiritual. Del cual se sale (paraíso) para entrar en el mundo de la polaridad y de la diversidad (mundo terrestre o mundo manifestado).
También se interpreta que el Árbol de la Ciencia sirvió para confeccionar la Cruz de Cristo. Frecuentemente asimilada, por otra parte, al Árbol de la Vida. El Árbol de la Vida es el árbol de la Cruz e inversamente la Cruz es el Árbol de la Muerte. La muerte del Mesías, aunque éste se convierta en Árbol de la Vida por el hecho de la Redención.
El árbol Boddhi, bajo el cual el Buda alcanza la iluminación, es también un “Árbol del Mundo” y un “Árbol de la Vida”, representa, en la iconografía primitiva, al mismo Buda. Sus raíces, dice una inscripción de Angkor, son Brahma, su tronco Shiva y sus ramas Vishnu. Es una representación clásica del “Eje del Mundo”.
El simbolismo chino conoce el “Árbol Ligado”, que figura la unión del Yin y el Yang; así como el árbol cuyas ramas se confunden después de haberse separado, lo que figura la diferenciación seguida del retorno a la unidad.
Uno de los caracteres más frecuentes en la mitología iraní es la fecundidad y la fertilidad. El árbol se representa, generalmente, cerca de manantiales. En esas tierras, en gran parte desérticas, el árbol simboliza la vida misma , la creación.
El árbol es un antiquísimo símbolo del ser humano. Exteriormente el tronco erecto es una imagen masculina y el hueco es la imagen de una matriz, análogo a la gruta. Existe la costumbre dravídica de efectuar casamiento entre árboles y asociar la fertilidad posterior de ellos con la fertilidad humana. De forma que, a través de determinados rituales, quedan asociados parejas de árboles con parejas humanas. No es éste el único tipo de asociación que se ha efectuado entre árbol y ser humano. También se han asociado en destino, árbol y hombre. De forma que, durante toda la vida, éste se puede beneficiar de la energía del árbol plantado, y asociado a él, el mismo día de su nacimiento.
Todas estas asociaciones entre diferentes reinos de la naturaleza no deben extrañarnos si tenemos en cuenta que, en ella todo está interrelacionado y que todo influye en todo, aunque nosotros no seamos conscientes de ello.
Desde la más remota antigüedad los árboles estuvieron relacionados con los Dioses y con Fuerzas Místicas de la naturaleza. Cada nación ha tenido su “Árbol Sagrado” con sus peculiares características y atributos basados en propiedades naturales y también, a veces, en propiedades ocultas. En Escandinavia, el fresno Iggdrasil desempeña un papel demiúrgico; Artemisa es la diosa del cedro y del nogal, Atis se identifica con un pino y Adonis sale de un árbol de mirra; Mitra posee árboles sagrados; el olivo es el árbol de Atenea. Todo perjuicio a estos árboles era susceptible de provocar una acusación de impiedad.
Los textos védicos atestiguan la existencia de una tradición del árbol invertido, donde las raíces están en el “Mundo Celeste” y las ramas se expanden hacia el terrestre. El origen de la vida es el Mundo Celeste y ésta se va diferenciando a medida que se plasma en el terrestre. El simbolismo hindú del árbol invertido se expresa principalmente en el Bhagavad Gita, donde las raices son el principio de la manifestación y las ramas la manifestación que se expande.
El árbol invertido simboliza el Cosmos. Existe una tradición sabea, según la cual, Platón habría afirmado que el hombre es una planta invertida cuyas raíces se extienden hacia el cielo y las ramas hacia la tierra.
La tradición hebrea recoge la misma idea: “El árbol de la vida se extiende de arriba hacia abajo y el sol lo ilumina enteramente” (Zohar).
En el Islam las raíces del “Árbol de la Felicidad” se hunden en el último cielo y sus ramas se extienden por encima y por debajo de la tierra.
En los Upanishad el Universo es un árbol invertido que hunde las raíces en el cielo y extiende sus ramas sobre toda la tierra. En ellos se puede leer: “Este Ashvatta eterno, cuyas raíces van hacia arriba y las ramas hacia abajo, es lo puro, es el Brahmán; el Brahmán , lo que llamamos la No-Muerte. Todos los mundos reposan en Él”.
Para la Alquimia, el árbol hueco simboliza el horno, en el cual los alquimistas, después de diversas operaciones, fabricaban su piedra que, proyectada sobre cualquier metal, lo transformaba en oro.
Para La Cábala, las hojas del “árbol de la muerte”, con las cuales Adán cubre su desnudez son, según el Zohar, el símbolo del Saber Mágico.
En las tradiciones célticas, el simbolismo del árbol se concentra en tres temas esenciales: Ciencia, Fuerza y Vida.
En tanto que símbolo de la Vida el árbol se asimila a la Madre, el Manantial, el Agua Primordial.
Y, finalmente, podemos ver ese símbolo de la Vida y de la Fertilidad actuar de forma mucho más concreta en el mundo material; porque el árbol nos protege con su sombra, purifica nuestro aire, nos alimenta con sus frutos, nos calienta con su madera e incluso nos puede mejorar la salud a través de sus propiedades terapéuticas, que han dado lugar a toda una ciencia curativa conocida desde antiguo.
Por todo ello se merecen ser respetados y protegidos de la destrucción indiscriminada, causada por descuido, intereses económicos, especulación...
Cuidemos nuestros árboles porque son uno de nuestros grandes tesoros. (http://www.acropoliscordoba.org)
SIMBOLISMO DE LA PALMERA
Autor: José Carlos Fernández ©
Como torres vigilantes se yerguen en nuestra ciudad de Córdoba. El viento hace susurrar su ondulante cabellera. Sus mil brazos se comban en las alturas, llenos de frutos en el otoño, y son sus sombras verdaderas estrellas de frescura en los días más tórridos del verano cordobés. Son símbolos de Victoria, de triunfo místico, por cuanto se desarrollan de dentro afuera. En Grecia consagrados a Zeus, y también al Dios de la Luz, Apolo, en su isla natal de Delos. Son las PALMERAS, árbol sagrado desde la más lejana protohistoria. Símbolos de resurrección y de victoria sobre el tiempo, la mejor y más vigorosa de las victorias. Como una ofrenda y sacrificio, cada una de sus hojas- que parecen ramas- caídas, es en su tronco una herida. Horapollo, filósofo egipcio del siglo V. d. C. en su obra Hieroglyphica dice qe representa y mide al tiempo:
"Para escribir Año pintan una palma, porque este árbol, el único de todos, durante la salida de la luna produce una sola rama, de modo que en las doce ramas de la palmera se cumple el año”.
Así, las muescas que vemos en la corteza de su tronco son heridas, son experiencias, son victorias. Plutarco diría que otorga 360 beneficios a los humanos, uno por cada día del año o grado del Zodiaco. Los egipcios entendieron estas muescas como marcas divinas del dios Heh, Dios de la Eternidad, que habría hecho para señalar el número de años. Y es que este Dios-de- los- Millones- de- Años porta una rama combada de palmera como distintivo. Y en este sentido de victoria sobre el tiempo era uno de los símbolos y jeroglíficos que representaban el Jubileo del Faraón, el Heb Sed, venciendo al tiempo cada 28, 30 ó 33 años. Quizás también dijesen- en el lenguaje más silencioso de lo esotérico- la victoria del alma del Sol sobre el tiempo y tinieblas de Apap, la serpiente de la materia primordial, y el torbellino de oscuridad de los eclipses.
Sus hojas, de hasta tres y cuatro metros se disponen- en la palmera datilera, que es de la que hablamos- como el penacho de un guerrero, y como la rubia cabellera del Astro Rey. Los egipcios la asociaron a Ra, dios del Sol creador, por la altura de su tronco, de hasta 20 metros, que al ser sin ramas, semejan columnas; y por el estallido en lo alto de sus hojas. Era así símbolo del Axis Mundi o columna que sustenta el mundo. Y el dosel que figura su copa se consideró que formaba la bóveda celeste, siendo sus frutos, a modo de racimos, estrellas y constelaciones.
Las diosas egipcias NUT, el cielo estrellado; HATHOR, la Gran Madre o Vaca Cósmica, e ISIS, dadora de Vida, y otras diosas madres son citadas en los textos como Señoras de la Palmera Datilera. Estas diosas vivían en el árbol, encarnaban en él y daban de comer y beber al difunto. Algunos egiptólogos han llegado a considerar a esta palmera como un símbolo del Alto Egipto. Las palabras con que la lengua egipcia ha designado a la palmera, se fijan en su cualidad de dulce (Bener), y en ser símbolo de la renovación del tiempo, en sus significados de “año”, “juventud”, “renovación”, “ frescura” (Renpet). Y es quizás este vigor el que vieron los “fenicios” cuando situaron este arbol junto a un caballo como emblema de la ciudad de Cartago.
Porque crece sin apenas necesidad de agua, y se yergue allí donde pocos árboles sobreviven, se convirtió la palmera en símbolo de resurrección, perduración y renacimiento. Y por tanto de la victoria de Osiris-el dios de Bondad- sobre Set- el mal, la sequía del desierto- representado por un asno. Este es también el símbolo y significado de Jesucristo entrando victorioso en Jerusalén a lomos de un asno. Y como nuncios de la Victoria, las palmas de Ramos, en el cristianismo, dicen la resurrección de Jesucristo al terminar el drama del Calvario-eco del drama de Osiris en Abydos. En la famosa escena de la tumba de Pashedu, en Deir el Medina, el Alma bebe de las aguas dulces del Nilo Celeste- cuya sombra es el Nilo que da fertilidad a las tierras de Egipto- a los pies de las palmeras. Quizás esta “viñeta” se refiera al Arbol de los Misterios que crece vigoroso en el corazón del discípulo y verdadero amante de la sabiduría. De hecho Jung vería en este árbol el símbolo del alma.
Para los persas la palmera simboliza la “tierra celeste”, y en la ciudad templo de Persépolis las columnas palmiformes figuran el árbol de la vida y la renovación. Adrián Snodgrass arquitecto y profesor de la Universidad de Sidney, Australia, en su trabajo “El simbolismo astronómico en la arquitectura del Cercano Oriente” dice:
"Las hileras de columnas que semejan palmeras forman los sagrados bosques del árbol de la vida que, identificado con los rayos del Sol que iluminan el horizonte antes de su salida, separan las constelaciones de Leo y Escorpio de las de Tauro e Íbice. Los capiteles de esas columnas-palmeras del pórtico y de los tres pilares de acceso rematan en toros que representan la constelación de Tauro, cuyo aspecto anuncia cada año la renovación de la vegetación y el reverdecer de la palmera, el Árbol de la Vida”.(http://www.acropoliscordoba.org)
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