Fotos de ISKCON Vrindavan
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Ãdi-rasa:
TEXT 1
oê namo bhagavate vâsudevâya
janmâdy asya yato ’nvayâd itarataä cârtheëv abhijñaù svarâù
tene brahma hèdâ ya âdi-kavaye muhyanti yat sûrayaù
tejo-vâri-mèdâê yathâ vinimayo yatra tri-sargo ’mèëâ
dhâmnâ svena sadâ nirasta-kuhakaê satyaê paraê dhîmahi
om—¡oh mi Señor!; namaì—ofreciendo mis reverencias; bhagavate—a la Personalidad de Dios; vâsudevâya—a Vâsudeva (el hijo de Vasudeva), o el Señor Ärî Kèëòa, el Señor primordial; janma-âdi—creación, conservación y destrucción; asya—de los universos manifestados; yataì—de quien; anvayât—directamente; itarataì—indirectamente; ca—y; artheëu—propósitos; abhijñaì—plenamente consciente; sva-râù—totalmente independiente; tene—impartió; brahma—el conocimiento védico; hèdâ—la conciencia del corazón; yaì—aquel que; âdi-kavaye—al primer ser creado; muhyanti—están engañados; yat—respeto al cual; sûrayaì—grandes sabios y semidioses; tejaì—fuego; vâri—agua; mèdâm—tierra; yathâ—tanto como; vinimayaì—acción y reacción; yatra—con lo cual; tri-sargaì—las tres modalidades de la creación, las facultades creadoras; amèëâ—casi real; dhâmnâ—junto con todos los enseres trascendentales; svena—de forma autosuficiente; sadâ—siempre; nirasta—negación por la ausencia de; kuhakam—ilusión; satyam—verdad; param—absoluta; dhîmahi—yo medito en.
TRADUCCIÓN
¡Oh, mi Señor, Ärî Kèëòa, hijo de Vasudeva!, ¡oh, Personalidad de Dios omnipresente!, a Ti Te ofrezco mis respetuosas reverencias. Yo medito en el Señor Ärî Kèëòa, porque Él es la Verdad Absoluta y la causa primordial de todas las causas de la creación, conservación y destrucción de los universos manifestados. Él está directa e indirectamente consciente de todas las manifestaciones, y es independiente, pues no existe ninguna otra causa más allá de Él. En el principio fue únicamente Él quien impartió el conocimiento védico en el corazón de Brahmâjî, el ser viviente original. Él hace que hasta los grandes sabios y semidioses se engañen, tal como a uno lo confunden las representaciones ilusorias del agua que se ven en el fuego, o de la tierra que se ve en el agua. Únicamente debido a Él, los universos materiales, manifestados temporalmente por las reacciones de las tres modalidades de la naturaleza, parecen reales, aunque son irreales. Por consiguiente, yo medito en Él, el Señor Ärî Kèëòa, quien existe eternamente en la morada trascendental, la cual siempre está libre de las representaciones ilusorias del mundo material. Yo medito en Él, pues Él es la Verdad Absoluta.
SIGNIFICADO
Las reverencias a la Personalidad de Dios, Vâsudeva, denotan directamente al Señor Ärî Kèëòa, quien es el divino hijo de Vasudeva y Devakî. Este hecho se explicará más explícitamente en el texto de esta obra. Ärî Vyâsadeva afirma aquí que Ärî Kèëòa es la Personalidad de Dios original, y que todas las demás son Sus porciones plenarias directas o indirectas, o bien porciones de la porción. Ärîla Jîva Gosvâmî, en su Kèëòa-sandarbha, ha explicado el tema en cuestión de una forma aún más explícita. Y Brahma, el ser viviente original, en su tratado llamado El Brahma-saêhitâ, ha explicado sustancialmente el tema que trata de Ärî Kèëòa. En El Sâma-veda Upaniëad, también se declara que el Señor Ärî Kèëòa es el divino hijo de Devakî. Por lo tanto, en esta oración, la primera proposición sostiene que el Señor Ärî Kèëòa es el Señor primordial, y si ha de entenderse que existe alguna nomeclatura trascendental propia de la Absoluta Personalidad de Dios, ha de ser el nombre indicado por la palabra Kèëòa, que significa “el supremamente atractivo.” En muchos lugares de El Bhagavad-gîtâ, el Señor afirma que Él es la Personalidad de Dios original, y esto lo confirma Arjuna, y también grandes sabios, tales como Nârada, Vyâsa, y muchos otros. En El Padma Purâòa también se declara que, de los innumerables nombres del Señor, el nombre de Kèëòa es el principal. Vâsudeva denota la porción plenaria de la Personalidad de Dios, y todas las diferentes formas del Señor, siendo idénticas a Vâsudeva, se indican en este texto. El nombre Vâsudeva denota en particular al divino hijo de Vasudeva y Devakî. Los paramahaêsas, que son aquellos miembros de la orden de vida de renuncia que se han perfeccionado, siempre meditan en Ärî Kèëòa.
Vâsudeva, o el Señor Ärî Kèëòa, es la causa de todas las causas. Todo lo que existe emana del Señor. La manera en que ello ocurre, se explica en capítulos posteriores de esta obra. Mahâprabhu Ärî Caitanya ha descrito esta obra como el Purâòa inmaculado, debido a que contiene la narración trascendental acerca de la Personalidad de Dios, Ärî Kèëòa. La historia de El Ärîmad-Bhâgavatam también es muy gloriosa. Fue recopilado por Ärî Vyâsadeva, después de éste haber alcanzado la madurez en el conocimiento trascendental. Él lo escribió bajo las instrucciones de Ärî Nâradajî, su maestro espiritual. Vyâsadeva recopiló toda la literatura védica, que contiene las cuatro divisiones de los Vedas, los Vedânta-sûtras (o los Brahma-sûtras), los Purâòas, El Mahâbhârata, etc. Mas, no obstante, no estaba satisfecho con ello. Nârada, su maestro espiritual, advirtió su descontento, y, por lo tanto, le aconsejó que escribiera acerca de las actividades trascendentales del Señor Ärî Kèëòa. Esas actividades trascendentales se describen específicamente en el Décimo Canto de esta obra. Pero, a fin de poder llegar hasta su propia esencia, uno tiene que proceder gradualmente, mediante el desarrollo de conocimiento de las categorías.
Es natural que una mente filosófica quiera saber del origen de la creación. De noche ve las estrellas en el cielo, y naturalmente especula acerca de sus habitantes. Esa clase de preguntas son naturales en el hombre, pues éste tiene una conciencia desarrollada, más elevada que la de los animales. El autor de El Ärîmad-Bhâgavatam da una respuesta directa a esas preguntas. Él dice que el Señor Ärî Kèëòa es el origen de todas las creaciones. No sólo es el creador del universo, sino también el destructor del mismo. Por la voluntad del Señor, la naturaleza cósmica manifestada es creada en un cierto período, es conservada por algún tiempo, y luego, también por la voluntad de Él, es aniquilada. Por consiguiente, la voluntad suprema se halla tras todas las actividades cósmicas. Desde luego que existen ateos de varias categorías que no creen en un creador, pero ello se debe a un escaso acopio de conocimiento. Por ejemplo, el científico moderno ha creado satélites espaciales, y mediante uno que otro dispositivo estos satélites son lanzados al espacio sideral, a volar por algún tiempo bajo el control del científico, que se encuentra muy lejos de ellos. De igual modo, todos los universos, con sus innumerables estrellas y planetas, los controla la inteligencia de la Personalidad de Dios.
En las Escrituras védicas se dice que la Verdad Absoluta, la Personalidad de Dios, es la principal de todas las personalidades vivientes. Todos los seres vivientes, desde Brahmâ, el primer ser creado, hasta la más pequeña de las hormigas, son seres vivientes individuales. Por encima de Brahmâ existen incluso otros seres vivientes con capacidades individuales, y también la Personalidad de Dios es un ser viviente de ese tipo. Y Él es un individuo, tal como también lo son los demás seres vivientes. Pero el Señor Supremo, o el ser viviente supremo, tiene la mayor inteligencia, y posee las más inconcebible energías de toda clase de diferentes variedades. Si el cerebro de un hombre puede producir un satélite espacial, uno puede imaginar muy fácilmente cómo cerebros más elevados que los hombres pueden producir cosas igual de maravillosas y muy superiores. La persona sensata aceptará fácilmente este argumento, pero hay ateos obstinados que jamás estarán de acuerdo. Sin embargo, Ärîla Vyâsadeva acepta de inmediato que la inteligencia suprema es el parameävara. Él le ofrece sus respetuosas reverencias a la inteligencia suprema, a quien se le da el tratamiento de para, o parameävara, o Suprema Personalidad de Dios. Y ese parameävara es Ärî Kèëòa, como se reconoce en El Bhagavad-gîtâ y otras Escrituras presentadas por Ärî Vyâsadeva, y específicamente en este Ärîmad-Bhâgavatam. En El Bhagavad-gîtâ, el Señor dice que no existe ningún otro para-tattva (summum bonum) aparte de Él mismo. Por consiguiente, Ärî Vyâsadeva adora de inmediato al para-tattva, Ärî Kèëòa, cuyas actividades trascendentales se describen en el Décimo Canto.
Algunas personas inescrupulosas van inmediatamente al Décimo Canto, y especialmente a los cinco capítulos que describen la danza râsa del Señor. Esa porción de El Ärîmad-Bhâgavatam es la parte más íntima de esta gran obra literaria. A menos que uno esté totalmente versado en el conocimiento trascendental del Señor, es seguro que entenderá equivocadamente los venerables pasatiempos trascendentales del Señor conocidos con el nombre de la danza râsa, y Sus amoríos con las gopîs. Este tema es altamente espiritual, y sólo las personas liberadas que han llegado gradualmente a la etapa de paramahaêsa, pueden saborear de modo trascendental esa danza râsa. Por lo tanto, Ärîla Vyâsadeva le da al lector la oportunidad de desarrollar de manera paulatina su comprensión espiritual, antes de saborear de hecho la esencia de los pasatiempos del Señor. En consecuencia, él invoca a propósito un mantra Gâyatrî, dhîmahi. Este mantra Gâyatrî está hecho para la gente adelantada espiritualmente. Cuando uno canta con éxito el mantra Gâyatrî, puede entender la posición trascendental del Señor. De manera que, uno debe adquirir cualidades brahmínicas o encontrarse perfectamente situado bajo la cualidad de la bondad, para poder cantar con éxito el mantra Gâyatrî y alcanzar luego la etapa en la que comprenda trascendentalmente al Señor, Su nombre, Su fama, Sus cualidades, etc.
El Ärîmad-Bhâgavatam es la narración acerca del svarûpa del Señor que Su potencia interna manifiesta, y esta potencia se diferencia de la potencia externa que ha manifestado al mundo cósmico, el cual está al alcance de nuestra experiencia. En este äloka, Ärîla Vyâsadeva hace una clara distinción entre las dos. Ärî Vyâsadeva dice aquí que la potencia interna manifestada es real, mientras que la energía externa manifestada en la forma de la existencia material, es únicamente temporal e ilusoria, como el espejismo que aparece en el desierto. En el espejismo del desierto no hay verdadera agua, sino únicamente la apariencia de agua. El agua verdadera se encuentra en algún otro lugar. La creación cósmica manifestada parece la realidad, pero no es más que una sombra de ella, pues la realidad se encuentra en el mundo espiritual. La Verdad Absoluta está en el cielo espiritual, no en el cielo material. En el cielo material, todo es verdad relativa, es decir, una verdad depende de alguna otra cosa. Esta creación cósmica es el resultado de la interación de las tres modalidades de la naturaleza, y las manifestaciones temporales están creadas de forma tal que le presenten una ilusión de la realidad a la mente confundida del alma condicionada, quien aparece en muchísimas especies de vida, incluso entre los semdioses superiores, tales como Brahmâ, Indra, Candra, etc. De hecho, no existe realidad en el mundo manifestado. Sin embargo, parece haber realidad, a causa de la verdadera realidad que existe en el mundo espiritual, en donde la Personalidad de Dios existe eternamente con Sus enseres trascendentales.
El ingeniero jefe de una complicada construcción no participa personalmente en la misma, pero conoce cada rincón y escondrijo de ella, porque todo se hace bajo su dirección. Él conoce todo lo referente a dicha construcción, tanto directa como indirectamente. De forma similar, la Personalidad de Dios, que es el ingeniero supremo de esta creación cósmica, conoce cada rincón y escondrijo de ella, aunque los asuntos los llevan a cabo los semidioses. En la relación material, desde Brahmâ hasta la insignificante hormiga, nadie es independiente. La mano del Señor se ve por doquier. Todos los elementos materiales, así como también todas las chispas espirituales, emanan únicamente de Él. Y todo lo que se crea en este mundo material no es más que la interación de dos energías, la material y la espiritual, que emanan de la Verdad Absoluta, la Personalidad de Dios, Ärî Kèëòa. Un químico puede producir agua en el laboratorio químico, mezclando hidrógeno y oxígeno. Mas, en realidad, la entidad viviente trabaja en el laboratorio bajo la dirección del Señor Supremo, y los materiales con los que trabaja, también los proporciona el Señor. El Señor conoce todo directa e indirectamente, está consciente de todos los detalles diminutos y es completamente independiente. De Él se dice que se asemeja a una mina de oro, y las creaciones cósmicas, que tienen tantas formas diferentes, se asemejan a objetos hechos de ese oro, como anillos, collares, etc. El anillo de oro y el collar de oro son cualitativamente iguales que el oro de la mina, pero cuantitativamente el oro de la mina es diferente. Por lo tanto, la Verdad Absoluta es simultáneamente idéntica y diferente. Nada es absolutamente igual a la Verdad Absoluta, pero, al mismo tiempo, nada es indenpendiente de la Verdad Absoluta.
Todas las almas condicionadas están creando - desde Brahmâ, el ingeniero de todo el universo, hasta la insignificante hormiga -, pero ninguna de ellas es independiente del Señor Supremo. El materialista piensa equivocadamente que no hay ningún otro creador aparte de él mismo. Eso se denomina mâyâ, o ilusión. A causa de su escaso acopio de conocimiento, el materialista no puede ver más allá del alcance de sus imperfectos sentidos, y, en consecuencia, piensa que la materia adopta su propia forma automáticamente, sin la ayuda de una inteligencia superior. Ärîla Vyâsadeva refuta esto en el äloka: “Como el todo completo, o la Verdad Absoluta, es la fuente de todo, nada puede ser independiente del cuerpo de la Verdad Absoluta.” Todo lo que le ocurre al cuerpo, llega a ser conocido rápidamente por el que está dentro del cuerpo. De igual manera, la creación es el cuerpo del todo absoluto, y, por ende, el Absoluto conoce directamente e indirectamente todo lo que ocurre en la creación.
En el äruti-mantra, también se declara que el todo absoluto, o Brahman, es la fuente última de todas las cosas. Todo emana de Él y todo es mantenido por Él, y al final, todo entra en Él. Ésa es la ley de la naturaleza. En el smèti-mantra se confirma lo mismo. Se dice que la Verdad Absoluta, o Brahman, es la fuente de donde todo emana al comienzo del milenio de Brahmâ, y el depósito en el que todo finalmente entra. Los científicos materialistas dan por sentados que el Sol es la fuente máxima del sistema planetario, pero son incapaces de explicar la fuente del Sol. Aquí se explica la fuente máxima. De acuerdo con las Escrituras védicas, Brahmâ, que puede decirse que es como el Sol, no es el creador último. En este äloka se declara que la Personalidad de Dios le enseñó el conocimiento védico a Brahmâ. Uno podría argüir que Brahmâ, siendo el ser viviente original, no podía ser inspirado, porque en esa época no había ningún otro ser viviente. Aquí se declara que el Señor Supremo inspiró a Brahmâ, el creador secundario, para que Brahmâ pudiera desempeñar sus funciones creadoras. De manera que, la inteligencia suprema que se encuentra detrás de todas las creaciones es Ärî Kèëòa, la Divinidad Absoluta. En El Bhagavad-gîtâ, el Señor Ärî Kèëòa declara que únicamente Él supervisa la energía creadora, prakèti, que constituye la totalidad de la materia. Por eso, Ärî Vyâsadeva no adora a Brahmâ, sino al Señor Supremo, que es quien guía a Brahmâ en sus actividades creadoras. En este äloka, las palabras abhijñaì y svarâù, en particular, son muy significativas. Estas dos palabras distinguen al Señor Supremo de todas las demás entidades vivientes. Ninguna otra entidad viviente es ni abhijñaì ni svarâù. Es decir, nadie está plenamente consciente, ni nadie es totalmente independiente. Hasta Brahmâ tiene que meditar en el Señor Supremo para poder crear. ¡Qué decir, entonces, de los grandes científicos como Einstein! Desde luego, la inteligencia de un científico como ése no es producto de ningún ser humano. Los científicos no pueden fabricar un cerebro como ése, y, ¿qué decir de los tontos ateos que desafían la autoridad del Señor? Aun los impersonalistas mâyâvâdîs que se jactan de que pueden volverse uno con el Señor, no son abhijñaì ni svarâù. Esos impersonalistas se somenten a severas austeridades, para adquirir el conocimiento con el cual volverse uno con el Señor. Pero finalmente, se vuelven dependientes de algún discípulo rico que les provee de dinero para construir monasterios y templos. Ateos como Râvaòa o Hiraòyakaäipu tuvieron que someterse a severas penitencias antes de que pudieran burlarse de la autoridad del Señor. Pero, en fin de cuentas, se hizo que fueran impotentes, y no pudieron salvarse cuando el Señor apareció ante ellos en forma de la cruel muerte. Esto es lo que ocurre también con los ateos moderos que se atreven a burlarse de la autoridad del Señor. Dichos ateos serán tratados de forma similar, pues la historia siempre se repite. Cada vez que los hombres desdeñan la autoridad del Señor, la naturaleza y sus leyes se encargan de castigarlos. Esto se confirma en El Bhagavad-gîtâ, en el conocido verso yadâ yadâ hi dharmasya glâniì. “Cuando quiera que hay una declinación del dharma y un aumento del adharma, ¡oh, Arjuna!, en ese entonces Yo Me encarno” (Bg. 4.7).
En todos los äruti-mantras se confirma que el Señor Supremo es supremamente perfecto. Se dice en los äruti-mantras que el supremamente perfecto Señor lanzó una mirada sobre la materia, y creó así a todos los seres vivientes. Los seres vivientes son partes integrales del Señor, y Él impregna de semillas de chispas espirituales la vasta creación material, y de esa manera las energías creadoras son puestas en movimiento para realizar las muchas y maravillosas creaciones. Un ateo podría argüir que Dios no es más experto que un relojero, pero por supuesto que Dios es más grande, ya que Él puede crear máquinas en formas dobles, masculinas y femeninas. Las formas masculinas y femeninas de los diferentes tipos de maquinarias continúan produciendo innumerables máquinas similares, sin la necesidad de la atención adicional de Dios. Si un hombre pudiera fabricar un conjunto semejante de máquinas que pudieran producir otras máquinas sin su atención, podría entonces acercarse a la inteligencia de Dios. Pero eso no es posible, pues cada máquina tiene que ser manipulada individualmente. En consecuencia, nadie puede crear tan bien como Dios. Otro nombre de Dios es asamordhva, que significa que nadie es igual ni más grande que Él. Paraê satyam, o la Verdad Suprema, es Aquel ante el cual nadie es igual ni superior. Esto se confirma en los äruti-mantras. Se dice que antes de la creación del universo material existía únicamente el Señor, quien es el amo de todos. Ese Señor instruyó a Brahmâ en lo referente al conocimiento védico. Ese Señor tiene que ser obedecido en todo aspecto. Cualquiera que desee deshacerse del enredo material, debe entregarse a Él. Esto también se confirma en El Bhagavad-gîtâ.
A menos que uno se entregue a los pies de loto del Señor Supremo, es seguro que estará confundido. Cuando un hombre inteligente se entrega a los pies de loto de Kèëòa y entiende completamente que Kèëòa es la causa de todas las causas, como se confirma en El Bhagavad-gîtâ, sólo entonces puede un hombre así de inteligente volverse un mahâtmâ, o una gran alma. Pero un alma tan grande se ve muy rara vez. Sólo los mahâtmâs pueden entender que el Señor Supremo es la causa primordial de todas las creaciones. Él es parama, o la verdad última, porque todas las demás verdades están relacionadas con Él. Él es omnisciente. Para Él no existe ilusión alguna.
Algunos eruditos mâyâvâdîs arguyen que El Ärîmad-Bhâgavatam no fue recopilado por Ärî Vyâsadeva, y otros sugieren además que este libro es una creación moderna, escrita por un tal Vopadeva. Para refutar semejantes argumentos insensatos, Ärî Ärîdhara Svâmî señala que en muchos de los Purâòas más antiguos se hace referencia al Bhâgavatam. Este primer äloka del Bhâgavatam comienza con el mantra Gâyatrî. En El Matsya Purâòa, que es el más antiguo de todos los Purâòas, se hace referencia a esto. En relación con el mantra Gâyatrî del Bhâgavatam, en ese Purâòa se dice que existen muchas narraciones de instrucciones espirituales que comienzan con el mantra Gâyatrî. Y existe la historia de Vètrâsura. Todo aquel que regale esta gran obra en un día de Luna Llena, alcanzará la perfección más elevada de la vida, que consiste en regresar a Dios. También se hace referencia al Bhâgavatam en otros Purâòas, en los que se afirma claramente que esta obra fue completada en doce cantos, que comprenden dieciocho mil älokas. En el Padma Purâòa también se hace referencia al Bhâgavatam, en una conversación entre Gautama y Mahârâja Ambarîëa. Allí se le aconsejó al Rey que, si deseaba liberarse del cautiverio material, leyera regularmente El Ärîmad-Bhâgavatam. En los últimos quinientos años, muchos eruditos sabios y âcâryas, tales como Jîva Gosvâmî, Sanâtana Gosvâmî, Viävanâtha Cakravartî, Vallabhâcârya, y muchos otros distinguidos eruditos, incluso después de la época del Señor Caitanya, elaboraron detallados comentarios acerca del Bhâgavatam. El estudiante sincero haría bien en tratar de examinarlos, para saborear con mayor deleite los mensajes trascendentales.
Ärîla Viävanâtha Cakravartî Ùhâkura trata específicamente la psicología sexual original y pura (âdi-rasa) , despojada de toda embriaguez mundana. Toda la creación material se mueve bajo el principio de la vida sexual. En la civilización moderna, la vida sexual es el punto focal de todas las actividades. Adondequiera que uno mire, ve que la vida sexual es lo preponderante. Por consiguiente, la vida sexual no es irreal. Su realidad se experimenta en el mundo espiritual. La vida sexual material no es más que un reflejo pervertido del hecho original. El hecho original se halla en la Verdad Absoluta, y por eso la Verdad Absoluta no puede ser impersonal. No es posible ser impersonal y contener vida sexual pura. De manera que, los filósofos impersonalistas le han dado un impulso indirecto a la abominable vida sexual mundana, por haber hecho demasiado énfasis en el carácter impersonal de la verdad última. Como consecuencia de ello, el hombre ha aceptado la pervertida vida sexual material como lo máximo que existe, por no tener información de la verdadera forma espiritual de la vida sexual. Existe una diferencia entre la vida sexual en la enferma condición material, y la vida sexual espiritual.
Este Ärîmad-Bhâgavatam elevará gradualmente al lector imparcial a la más elevada y perfecta etapa de la trascendencia. Lo capacitará para trascender las tres modalidades de las actividades materiales: las acciones fruitivas, la filosofía especulativa y la adoración de deidades funcionales tal como se inculca en los versos védicos. (S.B. 1º, Cap. 1, V. 1, págs. 39-46).
Ãdi-rasa: Ärîla Viävanâtha Cakravartî Ùhâkura trata específicamente la psicología sexual original y pura (âdi-rasa) , despojada de toda embriaguez mundana. Toda la creación material se mueve bajo el principio de la vida sexual. En la civilización moderna, la vida sexual es el punto focal de todas las actividades. Adondequiera que uno mire, ve que la vida sexual es lo preponderante. Por consiguiente, la vida sexual no es irreal. Su realidad se experimenta en el mundo espiritual. La vida sexual material no es más que un reflejo pervertido del hecho original. El hecho original se halla en la Verdad Absoluta, y por eso la Verdad Absoluta no puede ser impersonal. No es posible ser impersonal y contener vida sexual pura. De manera que, los filósofos impersonalistas le han dado un impulso indirecto a la abominable vida sexual mundana, por haber hecho demasiado énfasis en el carácter impersonal de la verdad última. Como consecuencia de ello, el hombre ha aceptado la pervertida vida sexual material como lo máximo que existe, por no tener información de la verdadera forma espiritual de la vida sexual. Existe una diferencia entre la vida sexual en la enferma condición material, y la vida sexual espiritual.
Este Ärîmad-Bhâgavatam elevará gradualmente al lector imparcial a la más elevada y perfecta etapa de la trascendencia. Lo capacitará para trascender las tres modalidades de las actividades materiales: las acciones fruitivas, la filosofía especulativa y la adoración de deidades funcionales tal como se inculca en los versos védicos. (S.B. 1º, Cap. 1, V. 1, pág. 46).
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