domingo, 14 de marzo de 2010

LOS TANTRAS Y LOS AGAMAS

LOS TANTRAS Y LOS AGAMAS



Un grupo especial de textos sagrados que por su contenido guardan mucha relación con los Puranas, son los Agamas y los Tantras. Sin embargo, sólo son reconocidos como textos canónicos por algunos hindúes, debido a su carácter marcadamente sectario. En su mayor parte proceden del primer milenio de nuestra era, y tratan de doctrinas y ritos especiales que siguen las comunidades religiosas de los adeptos de Visnu, de Shiva o Shakti.


Al número de obras de la santa tradición de los hindúes pertenecen finalmente una serie de shastras (manuales) de las más diversas ciencias. Para la vida cotidiana de los hindúes son de especial importancia los Dharmashastras, que tratan de cuestiones de derecho religioso y profano. El más famoso es el Manavadharmashastra o Código de Manú que los indios consideran como una revelación hecha por el Creador del universo a su hijo Manú, padre de la humanidad, pero que probablemente se trata de una compilación de leyes efectuada a principios de nuestra era, a base de materiales más antiguos. A continuación ofrecemos una traducción abreviada de una serie de versículos sánscritos de esta obra para que el lector se forme una idea de su contenido.


No dañes a nadie, no ofendas a nadie de palabras ni de obra, no pronuncies ninguna palabra que pudiera herir a un semejante. El que en todo momento honra a los ancianos y les muestra respeto, tendrá larga vida y se hará rico en saber, fama y fortaleza. El puro saber puede obtenerlo el creyente incluso de un intocable e incluso de una moza casquivana puede recibir lecciones de virtud...


Confía en ti no en los demás La verdadera dicha nace de la confianza en uno mismo...


La falsedad hace estéril cualquier sacrificio; la justificación de uno mismo destruye el mérito adquirido por medio del ascetismo; la jactancia quita todo valor a las ofrendas realizadas...


Es preciso decir la verdad, pero sólo cuando ésta haya de ser causa de alegría. No hay que decir ni verdades tristes ni mentiras tristes. Así lo exige la ley...


No se debería comer carne. Cierto que no es pecado comer carne o beber licores embriagadores o tener comercio carnal, pues está en la naturaleza de las criaturas, pero la abstinencia de todo ello es más ventajosa.


Los sabios se purifican con el descanso; los que hacen cosas prohibidas, mediante ofrendas; los que pecan en secreto, murmurando sagrados textos; los que conocen los Vedas, mediante las prácticas de ascetismo. Lo que ha de ser purificado, se limpia con la tierra y con el agua. Un río se purifica por medio de su rapidez; una mujer impura, por medio de su purificación menstrual; un brahman, renunciando a las cosas del mundo; los miembros, mediante el agua; el pensamiento, mediante la verdad; el yo de las criaturas, mediante el saber y la abstención; el espíritu, mediante el saber...


Incluso en la misma casa, una mujer no debe obrar jamás según su propia voluntad, ni cuando moza, ni cuando anciana. Una niña debe estar bajo la voluntad del padre, una mujer joven bajo la de su marido. Si éste muere, debe entonces obedecer a sus hijos. Una mujer no debe jamás sentirse satisfecha con su propia voluntad; nunca debe desear separarse del padre, del marido o de los hijos, pues la separación acarreara oprobio a la antigua y a la nueva familia. Debe mostrarse siempre alegre, diestra en los asuntos domésticos y ahorrativa.


La mujer que quiera participar en el mundo de su esposo, no debe hacer nada que pueda contrariarle, tanto sí vive como sí ya está muerto. Cuando muera su marido, puede consumir su propio cuerpo no comiendo más que flores, frutos y raíces. Una viuda no debe siquiera mencionar el nombre de otro hombre. Debe mantenerse sumisa, laboriosa y casta hasta el fin de su vida. Si una mujer, deseando descendencia, es infiel a su esposo difunto, pierde ya en este mundo su buena reputación y en el otro mundo el lugar que ocupara al lado de su esposo. Pero sí refrena la mente, la lengua y el cuerpo y permanece fiel a su esposo, luego permanecerá unida con él y será tenida entre las personas virtuosas. Un hombre de las castas superiores hará quemar en la forma ritual prescrita el cadáver de su esposa, sí ésta es de su misma casta. A continuación puede el hombre volver a contraer matrimonio y encender de nuevo el fuego sagrado...


Comete pecado de adulterio todo aquel que dirige la palabra a la mujer del prójimo junto a un abrevadero, en un bosque o en la confluencia de dos ríos, todo aquel que le hace un favor cualquiera, que bromea con ella, se sienta con ella en un lecho, le toca las joyas, los vestidos o el cuerpo, o consciente que ella le toque a él. Si todas estas cosas se realizan con mutuo consentimiento, se comete adulterio, y sí el culpable no es un brahman, merece por ello la pena de muerte. Es preciso guardar celosamente a las mujeres en todo momento. Esta norma es valedera para todas las cuatro castas. Mujer, hijo y esclavo, esos tres no pueden poseer bienes. Todo cuanto pueden adquirir, pasa a ser propiedad de su amo.



CULTO PERSONAL: PUJA (HINDUISMO).



Purificación y consagración del cuerpo.



La consagración del cuerpo a la divinidad es el preludio obligado para todo el que se dispone a rendirle culto. En este rito, el adorador purifica y consagra cada parte de su persona, de modo que pueda comparecer dignamente ante su dios.


"Ningún hombre debe adorar a una divinidad hasta que él mismo se haya convertido en un ser divino. Si se realiza la repetición de las fórmulas sagradas sin previamente consagrar las diversas partes del cuerpo a las diferentes deidades, esa repetición de los mantras será demoníaca y carente de efectos positivos. Antes de adorar a una divinidad, el hombre debe transformarse en el Yo la misma divinidad a través de la consagración, el dominio de la respiración y la concentración, hasta que su cuerpo se convierta en morada de la divinidad"



(Gandharva Tantra).



1. El primer paso es la purificación del adorador y de los instrumentos del culto.


"La purificación personal del adorador se obtiene mediante el baño. La purificación de los elementos sutiles del cuerpo (bhuta shuddhi) se consigue mediante el dominio de la respiración y la consagración de las seis partes principales del cuerpo a las seis divinidades a que corresponden. Después de esto se realizan las restantes formas de purificación.


2. La purificación del lugar del culto se consigue limpiándolo cuidadosamente, adornándolo con los ornamentos favorables hechos con polvo de los cinco colores, colocando un asiento y un dosel, usando incienso, luces, flores, guirnaldas, etc. Todo esto ha de ser realizado por el adorador en persona.


3. La purificación de las fórmulas sagradas (mantras) se obtiene repitiendo las sílabas que las componen por su orden normal y después a la inversa.


4. La purificación de los instrumentos del culto se obtiene rociándolos con agua consagrada, y con ayuda del mantra básico y del mantra de ataque y defensa (astra-mantra, es decir, el adecuado phat), haciendo al mismo tiempo el gesto de la vaca (dhenumudra).


5. La purificación de la divinidad se realiza colocando la imagen sobre un altar e invocando la presencia de la deidad mediante su mantra secreto y el mantra vivificador del aliento (pranamantra), bañando la imagen tres veces al mismo tiempo que se recita el mantra básico, y adornándola luego con ornamentos y joyas. Después de esto debe hacerse una ofrenda de incienso y luces"


(Kularnava Tantra).



Supresión de obstáculos.



"El adorador debe inclinarse respetuosamente ante las deidades de las puertas, primero hacia la puerta oriental de la sala de culto y luego sucesivamente hacia la puerta sur, la puerta oeste y la puerta norte. Después de esto deberá hacer reverencia a su deidad elegida, presente en la forma de su yantra"



(Nigama-kalpalata, 14).



Si el santuario sólo tiene una puerta, ha de hacerse mentalmente la adoración de las divinidades de las otras tres direcciones. "Hay que entrar en la casa sacrificial con el pie derecho (Shivarchana Chandrika), y con el pie izquierdo si se trata de un sacrificio de la mano izquierda. El adorador suprimirá los obstáculos de origen celeste mediante la mirada correcta (mirar con ojos bien abiertos y sin pestañear). Los obstáculos del mundo intermedio se suprimen con ayuda del agua consagrada con el astra-mantra. Los obstáculos terrenos se suprimen dando tres golpes con el talón del pie derecho" (Shambavi Tantra).



Alabanza de la divinidad.



"Del mismo modo que el oro se purifica de su escoria mediante el fuego, y del calor recibe su aspecto brillante, así la mente del ser vivo, purificada de la impureza de sus acciones y deseos mediante su amor hacia mí, se transforma en mi semejanza trascendente. La mente se purifica oyendo y pronunciando los himnos sagrados en "alabanza mía"



(Bhagavad Purana, 11, 14, 25).



La glorificación de una divinidad es cosa distinta de una alabanza vacía. Dice el Brihad-devata (1, 6): "La alabanza de algo consiste en pronunciar su nombre, describir su forma, proclamar sus obras y enumerar su familia".


"No podemos conocer una cosa sin saber cuáles son sus méritos, sus cualidades. Todo conocimiento o ciencia se basa en una forma de alabanza. Un diccionario no es más que la alabanza de las palabras. Las obras de ciencia están llenas de glorificación. Todo lo que es objeto de conocimiento es por ello mismo una deidad, y es glorificado en las escrituras que de ello tratan"



(Vijayananda Tripathi, "Devata tattva", Sanmarga III, 1942).







Meditación.



"La meditación es de dos tipos: burda y sutil. En la forma sutil, la meditación se hace sobre el "cuerpo del sonido", es decir, el mantra de la divinidad. En la forma burda, la meditación versa sobre una imagen con manos y pies... Lo que está más allá de los sentidos sólo puede ser captado por la mente, y de ahí que sea preciso concentrarse sobre la forma burda"



(Yamala Tantra).



"El adorador debe avanzar en la meditación, centrando gradualmente su mente sobre todas las partes del cuerpo de su deidad elegida, una tras otras, desde los pies hasta la cabeza. De este modo llegará a adquirir un estado tal de concentración que en el curso de su meditación impertubada se manifestará todo el cuerpo de su deidad elegida a su vista mental como una forma indivisible. De este modo, la meditación sobre la deidad en su aspecto formal se irá haciendo gradualmente más profunda y estable"



(Siva Chandra Vidyarnava Bhattacharya, Principios del Tantra II [1916] 134).



Japa, la repetición de los mantras.



"Se ha comparado la práctica del japa - la repetición de los mantras - a la acción de quien trata de despertar a alguien que está dormido zarandeándolo" (Woodroffe, The Garland of Letters, 211).


"Una vez que la imagen de la deidad elegida se ha formado en la mente gracias a la concentración, ha de repetirse el mantra seminal, apartando la mente de todos los demás pensamientos... El japa es de tres tipos: audible, articulado pero inaudible y mental... De este modo se perfecciona la concentración de japa, y la conciencia del adorador se transfiere a la deidad representada por la fórmula, de manera que aquél deja de tener una individualidad distinta de la de su deidad"


(Barada Kantha Majumdar, Principios del Tantra II [1916] 77-78). A. Daniélou, Politeísmo Hindú (Nueva York 1964) 377-379.



DIKSHA, UN RITUAL DE INICIACIÓN HINDU.



El rito del diksha ha de ser ejecutado por todo aquel que se disponga a preparar el sacrificio del soma. El Rigveda parece ignorarlo, pero está documentado en el Atharvaveda, donde se llama dikshita ("el que practica el diksha") al brahmacharin, o novicio que pasa por el rito iniciático de la pubertad. Herman Lommel ha subrayado justamente la importancia de este pasaje (Atharvaveda XI, 5, 6), en que se equipara al novicio a un ser que está a punto de nacer de nuevo para hacerse digno de llevar a cabo el sacrificio del soma, un sacrificio que implica la santificación previa del oficiante, que para obtenerla ha de retornar al seno materno. Los textos resultan perfectamente claros. Según el Aitareya Brahmana (1, 3), "Al que confieren el diksha, los sacerdotes lo convierten de nuevo en un embrión. Lo rocían con agua; el agua es el esperma del hombre... Lo llevan al cobertizo especial; el cobertizo especial es el seno materno del dikshita; de este modo le hacen penetrar en el seno que le conviene... Lo cubren con una vestidura; la vestidura es la membrana que cubre al recién nacido. Encima le ponen la piel negra de antílope, porque ciertamente la placenta está encima de la membrana... El cierra sus manos; ciertamente, el embrión tiene las manos cerradas mientras está dentro, el niño nace con las manos cerradas... Se quita la piel negra de antílope para entrar en el baño final, porque los embriones penetran en el mundo desprendidos de la placenta. Toma su vestido para entrar en él, y es que el niño nace cubierto por una membrana."


Los textos paralelos insisten en el carácter embriológico y obstétrico del rito con desbordada imaginación. "El dikshita es un embrión, su vestido es la membrana", etc., dicen el Taittiriya Samhita, y en este mismo texto se repite la imagen del dikshita como embrión (VI, 2, 5, 5), completada con la del cobertizo que simboliza el seno materno, una imagen muy antigua y difundida; cuando el dikshita sale del cobertizo es como el embrión que abandona el seno materno. El Maitrayani Samhita (III, 6, 1) dice que el iniciado abandona este mundo y nace al "mundo de los dioses"; la cabaña es para el dikshita como el seno materno, y la piel de antílope es la placenta. Más de una vez se insiste en las razones a favor de este retorno al seno materno. "En realidad, el hombre es un ser aún no nacido. Nace precisamente a través del sacrificio" (III, 6, 7). Y se insiste en que el verdadero nacimiento del hombre es de carácter espiritual: "El dikshita es semen", añade el Maitrayani-Samhita (III, 6, 1), precisamente para que pueda alcanzar aquel estado espiritual que le permita renacer entre los dioses, y por ello el dikshita ha de retornar simbólicamente a la condición que le correspondía desde el principio. Renuncia a su existencia biológica, a los años que ya pasaron de su vida humana, a fin de retornar a una condición a la vez embrionaria y primordial; retorna al estado de semen , es decir, de la pura virtualidad.


M. Elíade, Iniciaciones místicas (Madrid 1975) 93-97.









jueves 11 de marzo de 2010

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