CAPITULO DOS
Santos, sagradas
Escrituras y Gurus
ISKCON desire tree - Sri Advaita Appearance 04
This Festival poster is prepared by ISKCON desire tree for the pleasure of Srila Prabhupada and the devotee community.
ISKCON desire tree - Sri Advaita Appearance 05
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Los peregrinajes tienen como propósito escuchar a las personas santas que habitan en los lugares sagrados; la siguiente es una conversación entre Ärîla Ärîdhara Mahârâja y tres estudiantes europeos, que viajaban por India en busca de la verdad.
Ärîla Ärîdhara Mahârâja: ¿Para qué han venido a la India?
Estudiante: Para peregrinar, hemos venido a visitar los lugares sagrados como Navadvîpa, Vèndâvana y Jagannâtha Purî. Esa fue la principal razón por la cual vinimos a India.
Ärîla Ärîdhara Mahârâja: ¿Cómo se han enterado de todas estas cosas? ¿A través de libros?
Estudiante: Sí, a través de los libros de Ärîla Prabhupâda.
Ärîla Ärîdhara Mahârâja: ¿Qué libros?
Estudiante: El Bhagavad-gîtâ.
Ärîla Ärîdhara Mahârâja: ¡Ah! “El Bhagavad-gîtâ tal como es” por Bhaktivedanta Svâmî Mahârâja.
Estudiante: Sí.
Bhagavad-gîtâ: “Cúrate a ti mismo”
Ärîla Ärîdhara Mahârâja: Hace muchos años un erudito alemán opinó que el Bhagavad-gîtâ es la literatura espiritual más elevada. Según su punto de vista, el Bhagavad-gîtâ nos aconseja de un modo muy diáfano, que no tratemos de rectificar el medio ambiente, sino que nos corrijamos nosotros para adaptarnos a él. Esta es la clave del consejo del Bhagavad-gîtâ: “Cúrate a ti mismo”. No tenemos poder para efectuar cambios en el medio ambiente, eso está establecido por la voluntad divina. Nuestro medio ambiente, la suma total de todas las fuerzas que actúan fuera de nosotros son inamovibles. No tenemos habilidad para interferir con él; eso sólo sería una pérdida inútil de energía, más bien debemos tratar de cambiar nosotros para adaptarnos a las circunstancias externas: Este es el secreto de nuestro éxito en la vida (tat te ‘nukampâê susamîkëamâòo). Tenemos un deber que cumplir, pero no debemos aspirar a los resultados de nuestras actividades; los resultados dependen de Kèëòa (karmaòy evâdhikâras te mâ phaleëu kadâcana). Nosotros contribuimos y al mismo tiempo, otros miles de millones están contribuyendo, creando el medio ambiente. Así pues, debemos contribuir con nuestro deber, pero debido a que el resultado final es lo dispuesto por el Absoluto, tendremos que aceptarlo como lo mejor. Nuestras actividades individuales producen muchos resultados, pero debemos entender el modo en que la voluntad absoluta lo armoniza todo y adaptarnos en consecuencia.
Sólo somos responsables de desempeñar nuestro deber. Nunca debemos aspirar a tener un medio ambiente determinado; el medio ambiente evolucionará a su manera. No tenemos poder para modificarlo. Más bien, debemos hacer todo lo posible por cambiar nosotros, para así poder entrar en armonía con él.
Jamás nos corresponde disfrutar los resultados de nuestras acciones. ¿Debemos desanimarnos porque trabajamos por un resultado determinado y no lo obtenemos? No, debemos continuar cumpliendo con nuestro deber. Todo lo que aportemos debe ser ofrecido al Infinito y Él amoldará los resultados a Su manera. Kèëòa dice: “Nunca aspires a que tus actos te proporcionen un resultado concreto. Al mismo tiempo, no permanezcas inactivo, no seas inútil. Continúa desempeñando tu deber sin depender de ningún resultado externo”.
Estudiante: ¿Tenemos que recordar a Kèëòa mientras actuamos de ese modo?
Ärîla Ärîdhara Mahârâja: Sí, entonces podremos entrar en contacto con Kèëòa y de una manera paulatina nos daremos cuenta que nuestro medio ambiente nos es amistoso. Cuando desaparezcan las reacciones de nuestras actividades previas, encontraremos que toda vibración nos anuncia buenas nuevas. Cuando nuestra actitud egoísta se esfume, nos encontraremos envueltos en medio de dulces vibraciones. Debemos intentar deshacernos de todo lo malo que hayamos hecho hasta ahora. Debemos cumplir con nuestro deber, sin esperar jamás un resultado definido, sino proyectando el fruto hacia el Infinito.
Disolviendo el ego falso
Entonces llegará el día en que nuestro sentimiento egoísta se desvanecerá y de nuestro interior surgirá, despertándose, nuestro yo real, un miembro del mundo infinito, y nos encontraremos en medio de las dulces ondas de ese medio ambiente. Allí, todo es dulce, la brisa es dulce, el agua es dulce, los árboles son dulces; todo lo que encontramos es dulce, dulce, dulce.
El ego interno es nuestro enemigo y para disolverlo hemos de cumplir con nuestro deber del modo que juzguemos más conveniente, pero sin esperar jamás una reacción que corresponda a lo que deseamos. Si adoptamos este karma-yoga, en muy poco tiempo, nos daremos cuenta que el ego falso, que siempre esperaba algo torcido para sus propósitos egoístas, se ha desvanecido; el extenso y amplio ego interior ha surgido y estamos en armonía con todo el universo. El mundo armonioso se revelará y la capa de deseos egoístas desaparecerá.
La causa de nuestro mal no está afuera, sino dentro de nosotros. Un vaiëòava Paramahaêsa, un santo del más elevado nivel, considera que todo está bien y no encuentra nada de qué quejarse. Cuando alguien puede percibir que todo es extremadamente dulce y placentero, comienza a vivir en el plano de la Divinidad. Nuestro ego falso produce sólo disturbios y ha de ser disuelto. No deberíamos pensar que el medio ambiente es nuestro enemigo, debemos esforzarnos por detectar la gracia divina en todo lo que viene a nosotros, incluso si se presenta como un enemigo aparente. Todo es la misericordia del Señor, pero no podemos verla, más bien vemos lo opuesto; tenemos tierra en los ojos.
En realidad todo es divino; todo es la gracia del Señor; la enfermedad está en nuestros ojos. Estamos enfermos y si nos curamos, nos daremos cuenta que estamos en un mundo magnánimo. Sólo las capas del deseo nos engañan, impidiéndonos apreciar la realidad del mundo. Un estudiante genuino de la escuela devocional adoptará esa actitud hacia el medio ambiente y hacia el Señor. Debemos tener en cuenta que la voluntad de Dios está en todas partes, ni siquiera una brizna de hierba puede moverse sin la sanción de la Autoridad Suprema. Él percibe y controla todos los detalles. Tenemos que contemplar el medio ambiente con optimismo; el pesimismo está dentro de nosotros: Nuestro ego es responsable de todo tipo de males.
Dicha infinita
Esto es vaiëòavismo. Si podemos actuar así, nuestra enfermedad se curará en muy poco tiempo y nos encontraremos sumergidos en la dicha infinita. En la actualidad tendemos a curar lo que percibimos fuera de nosotros; pensamos: “Quiero que todo actúe de acuerdo con mi control, mi dulce voluntad. Cuando todo me obedezca seré feliz”. Pero tenemos que adoptar la actitud opuesta, como Mahâprabhu dijo:
tèòâd api sunîcena, taror api sahiëòunâ
amâninâ mânadena, kîrtanîyaì sadâ hariì
Äikëâëùaka 3
No debemos oponer resistencia al medio ambiente; más aún, si algo indeseable se nos presenta, hemos de tolerarlo con nuestra máxima paciencia e incluso, si alguien nos ataca, no nos pondremos violentos; debemos mostrar la más extrema tolerancia, honraremos a todos pero no buscaremos honor.
De este modo, en el plazo más corto y con la mínima energía, podemos alcanzar la meta más elevada: El plano donde el mismo Kèëòa vive; ése es el plano más esencial de la existencia. En ese momento todos los revestimientos que cubren el alma se desvanecerán, dejarán de existir; el ego verdadero despertará y descubrirá que está jugando en una dulce onda, danzando y divirtiéndose en Vèndâvana, con Kèëòa y Sus devotos. Y ¿qué es Vèndâvana? No es una fábula ni un cuento. El plano más amplio y extenso de todo el universo está compuesto de belleza, dulzura y bienaventuranza, y en Vèndâvana se encuentran esas cualidades en toda su plenitud. Tenemos que sumergirnos profundamente en ese plano de la realidad.
Nuestro ego nos ha puesto a flote en la superficie de los problemas, en mâyâ, la ilusión. La especulación y la búsqueda egoísta de la satisfacción nos ha traído aquí y deben desintegrarse de una vez por todas. Entonces surgirán desde adentro nuestros egos dorados y nos daremos cuenta que estamos en la esfera de la danza feliz, con Kèëòa en Vèndâvana.
Autodeterminación hegeliana
En el lenguaje de Hegel esto se denomina “autodeterminación”. Autodeterminación quiere decir que debemos morir para vivir. Hemos de abandonar nuestra vida material y todos nuestros hábitos materiales: Si deseamos vivir en verdad, nuestro modo de ser actual tendrá que morir. Tendremos que renunciar a nuestro ego falso. En el ego se acumulan, en formas sutiles, nuestros hábitos materiales provenientes de diversos nacimientos, no sólo de la experiencia adquirida en nacimientos humanos, sino incluso en nacimientos animales, nacimientos como árboles y tantos otros nacimientos. Conciencia de Kèëòa significa la disolución total del ego falso. Esa figura egoísta e inventada que hay dentro de nosotros es nuestra enemiga. El verdadero yo está enterrado, sin esperanza, bajo el ego falso, tan profundo es el abismo de nuestro olvido, que ni siquiera sabemos quiénes somos. Así pues, como dijo el filósofo alemán Hegel, tenemos que “morir para vivir”.
La realidad existe por sí misma y para sí misma. El mundo no ha sido creado para nuestros fines egoístas; tiene un propósito universal del cual somos parte y porción; hemos de ponernos de acuerdo con el Todo. El Todo Absoluto es Kèëòa y Él está danzando, retozando y cantando a Su propio modo. Tenemos que entrar en esa danza armoniosa.
¿Deberíamos pensar, siendo infinitesimales, que hemos de controlar el Infinito? ¿Que todo se desarrollará según nuestros caprichos? Esta es la idea más odiosa y malvada jamás concebida y tal enfermedad nos aqueja. Ese es el verdadero problema de la sociedad y nuestra búsqueda debería estar dirigida a resolverlo.
Estudiante: ¿Esto significa que debemos renunciar por completo a la vida material?
Ärîla Ärîdhara Mahârâja: No de golpe. Cada uno debe progresar de una manera gradual, de acuerdo con su caso individual. Si alguien que tiene mucha afinidad por la vida mundana, la abandona de repente, puede que no mantenga sus votos, que caiga de nuevo. Por consiguiente, debemos progresar poco a poco, de acuerdo con nuestra capacidad personal. Esto debe tenerse en cuenta. Pero también debemos estar siempre ansiosos por abandonarlo todo y dedicarnos, en exclusiva, al más elevado deber. Aquellos que tienen suficiente valor saltarán a lo desconocido pensando: “Kèëòa me protegerá, estoy saltando en el nombre de Dios, Él está en todas partes y me recogerá en Su regazo”. Alguien que está verdaderamente ansioso de encontrar la verdad, puede saltar hacia adelante con esta idea.
Estudiante: Yo tengo un problema. Durante diez años he intentado seguir este proceso. Durante diez años no he comido carne, huevos ni pescado. Evito las cosas materiales; no tengo atracción por ellas. He dejado todo eso atrás, pero hay algo que quiero y no puedo dejar: La marihuana.
Ärîla Ärîdhara Mahârâja: Eso es algo minúsculo. Hay tres verdaderas dificultades: La primera son las mujeres, la segunda, el dinero, y tercera, la fama y el prestigio. Estas tres son nuestras enemigas. La intoxicación con marihuana es algo minúsculo; cualquiera puede dejarla fácilmente. Pero estas tres cosas son la aspiración de todo animal, árbol, pájaro, hombre o semidiós. Esas tres están en todas partes, pero la intoxicación y otros hábitos pasajeros son cosas muy insignificantes, que pueden vencerse con gran facilidad.
El hábito de intoxicarnos lo adquirimos poco a poco y así mismo tenemos que dejarlo de un modo gradual, no de repente. Poco después de la Segunda Guerra Mundial, leímos en los periódicos que Goering, un general de la aviación hitleriana, estaba habituado a intoxicarse mucho. Pero cuando fue encerrado en la cárcel no se le suministraron intoxicantes. Él se enfermó, pero el tratamiento siguió su curso y se curó. La medicina curó su enfermedad. También hemos visto muchos comedores de opio que vinieron al templo y dejaron sus hábitos poco a poco.
Muchos supuestos “sâdhus” fuman marihuana. Ayuda a la concentración, pero esto atañe a la mente material, perturba la fe; es enemiga de la fe. Sólo la fe puede llevarnos a la meta deseada, no la intoxicación material. Las almas descarriadas creen que la marihuana, el hachís y tantas otras cosas, pueden ayudarnos en nuestra meditación. Puede que hagan algo, pero eso es material y nos frustrará a la hora de la verdad. Estas cosas no nos pueden ayudar a elevarnos muy alto.
El Sexo, la intoxicación y el oro
El Ärîmad-Bhâgavatam (1.17.38) nos aconseja rechazar cinco cosas: dyûtaê, el juego o la diplomacia; pânaê, la intoxicación, incluyendo el té, el café, el betel y todo lo demás; striyaì, las relaciones amorosas ilícitas; sûnâ, la matanza de animales; y las transacciones con oro. Los negocios con oro lo hacen a uno muy apático para con el progreso en la línea de la fe. Estas cinco cosas son muy tentadoras.
Qué decir sobre la manía que la intoxicación nos ayudará en la meditación sobre lo trascendental. Devarëî Nârada dice: yamâdibhir yoga-pathaiì kâma-lobha-hato muhuì, “incluso lo que adquirimos por medio de la meditación es temporal y carece de efecto permanente. Sólo la verdadera fe en la línea de la devoción pura puede ayudarnos”.
Santos: Escrituras vivientes
Estudiante: Entonces, ¿de qué manera podemos desarrollar fe en la conciencia de Kèëòa?
Ärîla Ärîdhara Mahârâja: ¿Cómo os habéis formado un concepto de la conciencia de Kèëòa?
Estudiante: Leyendo el Bhagavad-gîtâ.
Ärîla Ärîdhara Mahârâja: El Bhagavad-gîtâ. A partir de las Sagradas Escrituras. Y, ¿quién escribe las Escrituras? Algún santo, o sea, tanto la asociación con los santos como los consejos de las Escrituras son necesarios. El santo es la Escritura viviente y las Escrituras nos aconsejan de un modo pasivo. Un santo puede aconsejarnos de una manera activa y de una forma pasiva podemos recibir el beneficio de las Escrituras. La asociación de las Sagradas Escrituras y de los santos, puede ayudarnos a alcanzar la realización más elevada: sâdhu äâstra kèpaya haya. Los santos son más poderosos. Aquellos que viven la vida recomendada por las Escrituras, son la personificación de las mismas. En su asociación y por su gracia nos podemos empapar de ese elevado conocimiento sutil y de fe.
En el intento de alcanzar el destino final, todas nuestras experiencias son inútiles; sólo la fe puede llevarnos allá. El mundo espiritual está mucho, mucho más allá de la jurisdicción de nuestra limitada experiencia auditiva, visual y mental. La experiencia del ojo, el oído y la mente es muy exigua y limitada, pero la fe puede elevarse, atravesar esta área y entrar en la esfera trascendental.
La fe debe desarrollarse con la ayuda de las Escrituras y de los santos, quienes nos ayudarán a comprender que el mundo espiritual es real y éste, irreal. En ese momento este mundo material será para nosotros la noche y aquél será el día. Ahora el mundo eterno es para nosotros oscuridad y estamos despiertos en este mundo mortal. Lo que es noche para unos es día para otros. Un santo es consciente de algo y un ladrón está trabajando en otro nivel. Viven en dos mundos distintos. Un científico vive en un mundo y un pendenciero en otro. El día de uno es la noche del otro. Las personas ordinarias no pueden ver lo que Einstein y Newton han visto y un gran hombre ignora lo que ve una persona ordinaria. Así, tenemos que despertar nuestro interés por ese plano e ignorar los intereses de éste.
La tercera guerra mundial: Déjala que suceda
Estudiante: A mucha gente le preocupa la guerra nuclear, creen que puede estallar muy pronto.
Ärîla Ärîdhara Mahârâja: Eso es un punto en una línea, una línea que está en un plano, un plano dentro de un sólido. Tantas veces, las guerras comienzan y terminan; tantas veces el sol, la Tierra, los sistemas solares desaparecen y vuelven a surgir. Eternamente estamos enfrascados en tal pensamiento. Esta guerra nuclear es un punto diminuto; ¿qué importa? Muchos individuos mueren a cada momento, la tierra morirá, todo el género humano desaparecerá; déjalo que venga.
Debemos tratar de vivir en la eternidad, no una porción determinada de tiempo o espacio. Tenemos que prepararnos para nuestro beneficio eterno, no para algún remedio temporal. El sol, la luna y todos los planetas, aparecen y se desvanecen; mueren y son creados de nuevo. Tenemos que vivir en esa eternidad. La religión cubre este aspecto de nuestra existencia. Se nos dice que contemplemos las cosas desde esta perspectiva: No sólo este cuerpo, sino también la raza humana, los animales, los árboles, toda la Tierra e incluso el sol, todos se desvanecerán y surgirán de nuevo. Creación, disolución, creación, disolución..., continuará para siempre en el dominio de los conceptos erróneos. Al mismo tiempo, hay otro mundo que es eterno; se nos pide que entremos allí, que hagamos nuestro hogar en ese plano, el cual ni entra en las fauces de la muerte, ni experimenta cambio alguno. En el Bhagavad-gîtâ (8.16) se declara:
âbrahma-bhuvanâl lokâì, punar âvartino ‘rjuna
mâm upetya tu kaunteya, punar janma na vidyate
“Incluso el señor Brahmâ, el mismo creador, tiene que morir. Hasta en Brahma-loka, el planeta más elevado del universo, toda la energía material sufre estos cambios”.
Pero si podemos atravesar la región de los conceptos erróneos y entrar en el área de la comprensión apropiada, entonces no hay creación ni disolución. Aquello es eterno y somos hijos de esa tierra. Nuestros cuerpos y mentes son hijos de esta tierra que va y viene, que es creada y muere. Tenemos que escapar de este mundo mortal.
Zona de néctar
Estamos en semejante lugar, ¿qué hay que hacer? Trata de escapar, haz todo lo posible por salir de esta zona de muerte. Los santos nos dicen: “Vuelve a casa querido amigo, vayamos a casa. ¿Por qué sufres tanto sin necesidad en una tierra extranjera? El mundo espiritual es real; este mundo material es irreal, surgiendo y desvaneciéndose, apareciendo y desapareciendo. ¡Es una farsa! Desde el mundo de la farsa, debemos ir al de la realidad”. Aquí, en este mundo material, no habrá sólo una guerra, sino guerra tras guerra, guerra tras guerra.
Hay una zona de néctar y en realidad somos hijos de ese néctar que no muere (äènvantu viäve amètasya putraì). De un modo u otro, estamos perdidos aquí, pero en realidad somos hijos de esa tierra eterna, donde no hay nacimiento ni muerte. Tenemos que acercarnos a ella con un corazón amplio y abierto. Esto lo declaran Ärî Caitanya Mahâprabhu, el Bhagavad-gîtâ, los Upaniëads y el Ärîmad-Bhâgavatam: Todos confirman la misma cosa. Ese es nuestro dulce, dulce hogar, y debemos hacer todo lo posible por retornar a Dios, de vuelta a casa, y llevar a otros con nosotros.
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