martes, 16 de marzo de 2010

La Búsqueda de Sri Krishna, la más Hermosa Realidad 10º

CAPITULO DIEZ



El mantra Hare Kèëòa


H H Krishna Das Swami -0001

H H Krishna Das Swami -0001 por ISKCON desire tree.


H H Krishna Das Swami -0002

H H Krishna Das Swami -0002 por ISKCON desire tree.


Antes de cantar el Santo Nombre de Kèëòa debemos cantar el Pañca-tattva-mantra:


Ärî Kèëòa-Caitanya, Prabhu Nityânanda,

Ärî Advaita, Gadâdhara, Ärîvâsâdi Gaura-bhakta-vènda.


El Pañca-tattva o las cinco características de la Verdad Absoluta, vinieron a darles el Hare Kèëòa mahâ-mantra a los devotos caídos de esta era, por lo que son para nosotros la representación general del Guru. Ellos nos ayudan a entrar en el dominio de Kèëòa, así como en el plano de Ärî Caitanya Mahâprabhu.

Después de recitar el Pañca-tattva-mantra, debemos contar en las cuentas de la japa-mâlâ, mientras cantamos el mahâ-mantra:


Hare Kèëòa Hare Kèëòa Kèëòa Kèëòa Hare Hare

Hare Râma Hare Râma Râma Râma Hare Hare


Al cantar el Santo Nombre, las japas deben colocarse dentro de una bolsa de tela y el dedo índice, que por lo general es considerado inauspicioso, no debe tocarlas, sino que ha de permanecer fuera de la bolsa. Para contar usamos normalmente el dedo pulgar y el dedo del corazón. Uno debe cantar dieciséis rondas, como recomienda Bhaktivedanta Svâmî Mahârâja, pero si hay alguna emergencia, ha de cantar por lo menos cuatro: No debemos dejar la japa-mâlâ ayunando.

Al contar comenzamos por las cuentas más grandes, vamos hacia las más pequeñas y retornamos de nuevo por el mismo camino. La cuenta gigante del centro se llama monte Sumeru y no debemos pasar por encima de ella.

Este Harinâma mahâ-mantra aparece en los Upaniëads, así como en el Agni Purâòa y el Brahmâòàa Purâòa. El Kalisantaraòa Upaniëad, lo recomienda como el mantra más elevado. Los eruditos han mencionado este mantra como un medio de invocación: No debe acompañarlo ninguna petición. Este Hare Kèëòa mahâ-mantra es el yuga-dharma nâmâ o el proceso para realizar a Dios especialmente indicado para la era actual: Kali-yuga. En los Purâòas encontramos citas del mahâ-mantra por todas partes. Este mantra puede cantarse mentalmente, en voz baja y en voz alta. Mahâprabhu nos lo ha entregado, recomendándolo para las almas caídas en general. Él lo ha dado para todos, ya estén calificados o no. La única condición para recibirlo es äraddhâ, fe.

Se menciona en el Padma Purâòa que hay diez ofensas que se debe tratar de evitar al cantar el Hare Kèëòa mahâ-mantra. También hay cuatro tipos de nâmâbhâsa o canto con apatía, que no nos darán entrada al dominio de la misericordia. Esa clase de invocación sólo puede otorgar la liberación.

Estas dos formas incorrectas de cantar surgen de nuestras tendencias a la explotación y a la renunciación. Hemos de cantar el nombre con espíritu de servicio y evitar las diez ofensas.



Injuriar a los santos



La primera ofensa es injuriar a los devotos que están ocupados en propagar la nobleza y la grandeza del Señor Supremo, Kèëòa. El Santo Nombre está descontento si ofendemos y deshonramos a Sus agentes. Sólo los devotos de Kèëòa son santos fidedignos, porque buscan la vida eterna. Aquellos que adoran a los semidioses con el fin de obtener ganancias temporales no son considerados santos y no es necesario tenerlos en cuenta, pues no son devo­tos. Santo significa vaiëòava o devoto. Todos los demás, tales como los ado­radores a los semidioses, no son considerados santos. Debemos evitarlos. Un santo es alguien sin ambición alguna en la vida, excepto la de tener una relación de servicio amoroso con el Señor Supremo. Sólo aquellos que son agentes de la Verdad Eterna, el Bien Absoluto, deben ser considerados santos. No debemos injuriar a esas personas santas.



Adoración de semidioses



La segunda ofensa se refiere al modo en que debemos tratar a los semidio­ses, incluyendo a Äiva, Äakti, el dios del Sol y otros. Ellos no deben conside­rarse iguales o superiores a Viëòu o Kèëòa, pues todos están bajo Su control y son Sus subordinados. El Señor Supremo, Kèëòa, los ocupa y ellos tienen que desempeñar sus deberes siguiendo Sus ordenes. Nunca son iguales o superio­res a Kèëòa.



Gurudeva: Manifestación divina



La tercera ofensa es considerar al Maestro Espiritual una persona ordinaria. A pesar que en él puedan encontrarse muchos síntomas humanos, aun así, según nuestra sinceridad para encontrar a Dios, el Señor desciende y se manifiesta en el Guru, para satisfacer nuestra sed de verdad. Tenemos que verlo como el agente del Señor. En términos generales, se nos ha aconsejado que no consideremos a Gurudeva como un ser mortal, porque si nuestro intento de alcanzar al Absoluto es sincero, Él vendrá a nosotros para liberar­nos. Dios es omnisciente y por ello, a través de un delegado especial que actúa como Su representante, viene aquí para darnos acogida y llevarnos al plano superior. Los mandatos de las Escrituras nos aconsejan considerar al Guru un representante del Absoluto, porque nadie puede darnos a Kèëòa sino Él mismo.

Debemos ver la presencia de Kèëòa en nuestro Gurudeva y percibir que Dios ha venido a entregarse a nosotros. Por lo general, encontramos signos mortales en el cuerpo del Maestro Espiritual, pero tenemos que trascender eso. Puede que en apariencia, el agua del Ganges esté sucia, pero a pesar de ello, la “sucia” agua del Ganges, nos puede purificar mediante su contacto. Para nuestros sentidos materiales la Deidad parece tierra, piedra o madera, pero ésa es nuestra visión contaminada. Kèëòa está allí y algunas veces se le ve conversar y caminar con devotos excelsos. No debemos creer que Él está hecho de algo material. Cuando vamos y permanecemos ante la Deidad, no es conveniente pensar que la podemos ver, sino que ella nos está obser­vando: “Ella está en el plano subjetivo, yo soy Su objeto y por Su misericor­dia me está mirando para purificarme”. Así hemos de armonizar nuestra percepción. A Kèëòa lo mató un cazador; los ateos interpretarán esto como un incidente ordinario, pero no lo es. Râvana raptó a Sîtâ. Todo eso es externo, ilusorio. La verdadera realidad está por encima, en el reino trascendental. Por ello, los trascendentalistas más expertos y las Escrituras nos aconsejan consi­derar que nuestro Gurudeva está más allá de todos esos signos mortales. Kèëòa dice:


âcâryaê mâê vijânîyân, nâvamanyeta karhicit

na martya-buddhyâsûyeta, sarva-devamayo guruì


Yo soy el Âcârya. No creas que el Maestro Espiritual es un hombre ordina­rio. Yo, con todas mis partes y porciones, resido en el corazón de Gurudeva para el beneficio del discípulo”.



Blasfemar las Escrituras



La cuarta ofensa es äâstra-ninda, blasfemar las Äâstras, las Escrituras. Esto se refiere, por supuesto, a aquellas Escrituras que se ocupan de alabar la nobleza y la grandeza de Kèëòa, no a las otras. No debemos injuriar las Escri­turas que nos instruyen acerca de Dios y Sus devotos y nos enseñan el bien eterno.



El Santo Nombre: Dios en sonido



La quinta ofensa consiste en interpretar el Santo Nombre de Kèëòa con la ayuda del diccionario y la gramática, es decir, encontrar diversos significados en las palabras del nombre. Ese sonido es trascendental. El diccionario, la gramática o cualquier otro libro de conocimiento mundano, no pueden limitar o calificar al Santo Nombre. El sonido trascendental implícito en el nombre es superior a su sonido material (äabda-brahma), el nombre mismo de la Suprema Persona encarna por Su propia voluntad. Él es inseparable de Su nombre y está plenamente presente en Su forma sonora.

El vaikuòùha-äabda, el sonido trascendental, es diferente del sonido mun­dano que pueden producir la lengua y los labios. En medicina homeopática, todos los glóbulos pueden parecer lo mismo, pero la potencia interna es lo que importa. Es algo así. El sonido ordinario del nombre y el sonido vibrado por un devoto puro proceden de planos distintos. La diferencia está en la potencia que contienen. El Santo Nombre desciende del mundo espiritual y viene a manifestarse danzando en la lengua. El sonido trascendental del Santo Nombre está relacionado, de una manera inseparable, con la persona que representa.

La sexta ofensa es considerar que las glorias del Santo Nombre de Kèëòa son fruto de una maquinación mental.



Pecar y cantar es suicida



La séptima ofensa es pecar confiando en la potencia del Santo Nombre. Las Escrituras declaran que un nombre basta para limpiar todos los pecados que uno pueda cometer, pero si continuamos complaciéndonos, cometiendo muchos pecados con la idea que luego cantaremos un nombre para limpiar­nos de ellos, ofenderemos al nombre y no lo pronunciaremos de verdad. No podemos tratar de utilizarlo para nuestro servicio. El nombre auténtico está por encima de toda esta ilusión y no aparecerá allí. No podemos pensar: “Yo puedo hacer lo que me apetezca y el nombre me purificará”. Se dice en las Escrituras que es suicida continuar con ese espíritu.



Hare Kèëòa: La suprema purificación



La octava ofensa es considerar que el canto del Santo Nombre es otra acti­vidad piadosa como la penitencia, los peregrinajes, la caridad, el servicio al país, etc. Si de este modo tomamos el nombre a la ligera, cometeremos una ofensa debido a que el nombre es absoluto, mientras que todos esos métodos tienen sólo una posición parcial relativa. Otros procesos son parciales; otorgan algún éxito en este mundo material, pero el nombre puede dar al mismo Señor. Por ello, ningún otro sistema de purificación puede tener la misma categoría que el canto del Santo Nombre de Kèëòa. Es supremo y ninguno puede comparársele.







Hay que tener fe



La novena ofensa consiste en darle el nombre a aquellos que no lo mere­cen, a los que carecen de fe en su canto. Si tú los obligas a cantar el Santo Nombre, recibirás una mala reacción. Tampoco debemos, sin la inspiración debida, hacer discípulos y darles iniciación Harinâma. Incurriremos en ofen­sas en contra del nombre, si hacemos un comercio o negocio de la entrega del mismo. Si damos el nombre a cualquiera porque ambicionamos conver­tirnos en Gurus, cometeremos una ofensa. Aquél que sin sanción superior se apresura a convertirse en Guru para obtener fama y prestigio, con algún motivo mundano, incurre en una gran ofensa.



De vuelta al supremo



La décima ofensa consiste en estar demasiado apegado a algo en particular o tener demasiada atracción por el cuerpo y la opulencia material. Cuando un bote está anclado, remar lo hará tan sólo girar alrededor del ancla. Hay que levar el ancla y el bote podrá desplazarse hacia adelante. Por ello no debemos anclarnos con algo en particular. Tenemos que permanecer recepti­vos. El nombre creará alguna transformación en nuestro sistema mental y tenemos que ser lo bastante abiertos y libres de prejuicios para ir donde él nos envíe. Si con mucho cuidado tratamos de evitar esa transformación y persistir con nuestro modo de vida actual, cometeremos una ofensa en contra del nombre: Invitarlo y luego ignorarlo.

No debemos aceptar el nombre como algo foráneo, pues él es nuestro amigo. Con él debemos sentirnos a nuestras anchas. Vamos a alcanzar una relación muy dulce y amistosa mediante la realización del Santo Nombre de Kèëòa, el cual es bondad, encanto y belleza en toda plenitud. Cantando el Santo Nombre alcanzaremos la meta más deseable de la vida y retornaremos a Dios, regresaremos a casa, no a tierra extranjera.

Debemos tomar el nombre de una manera amistosa, afectuosa. El nombre es el único objeto de nuestro amor. Él es nuestro amigo. Por lo tanto, el nom­bre me llevará a casa; no a ninguna tierra extraña.

Ese es nuestro dulce hogar y él es nuestro dulce guardián. Con este espíritu continuaremos cantando en el Santo Nombre de Kèëòa.

Estas son las diez ofensas que deben evitarse al cantar el Hare Kèëòa mahâ-mantra: Hare Kèëòa Hare Kèëòa Kèëòa Kèëòa Hare Hare Hare Râma Hare Râma Râma Râma Hare Hare.



Nâmâbhâsa: La penumbra del nombre



Al cantar el Santo Nombre, también hay cuatro tipos de nâmâbhâsa. Nâmâbhâsa quiere decir una conexión tenue con el Santo Nombre: No es ni ofensa ni actitud de servicio, sino algo entre las dos. Se basa en la renuncia­ción, pero también debemos deshacernos de esa indiferencia y llegar a estar deseosos de servir al nombre, que es nuestro amo y amigo. La nâmâbhâsa puede clasificarse en cuatro categorías, la primera de las cuales es sânketyaê o cantar de un modo indirecto para indicar otra cosa, como en el caso de Ajâmila.

Ajâmila era hijo de un brâhmaòa. De una manera u otra se asoció con una mujer de baja clase y emprendió la vida degradada de un bandido, bebiendo y ocupándose en otras muchas actividades perversas. Después de muchos años llegó la hora de su muerte. De repente, mientras yacía en coma vio llegar a tres mensajeros de horrible aspecto que colocaron una cuerda alrede­dor de su cuello y comenzaron a arrastrarlo para llevárselo. Ajâmila estaba horrorizado.

Un momento antes había visto a su hijo Nârâyaòa jugando cerca de allí, por lo que buscó la ayuda del niño gritando: “Nârâyaòa”, pero mientras lo llamaba Ajâmila pensó para sí: “¿Qué puede hacer este muchacho Nârâyaòa? ¿Cómo va a enfrentarse a estos tres furiosos personajes? Él es muy poca cosa”. De este modo, a través de la asociación con el Santo Nombre de Nârâyaòa, el Señor Nârâyaòa vino a su mente.

Cuando debido al temor, su invocación a Nârâyaòa fue sincera, descendie­ron cuatro agentes de Vaikuòùha. Ellos eran sobrios y apacibles e interpelaron a los Yamadûtas, los mensajeros de la muerte, diciendo:

- ¿Quiénes sois? ¿Por qué habéis venido?

- Hemos venido porque hoy es el último día de Ajâmila. Él fue un gran peca­dor y nuestro rey Yamarâja, el señor de la muerte, nos ha enviado para que nos lo llevemos a rastras a fin que sea castigado.

- ¿No sabéis lo que es dharma, el deber?

- Por supuesto que sí.

- En ese caso, ¿por qué estáis aquí?

- Él cometió innumerables pecados.

- ¿No lo escuchasteis pronunciar el nombre de Nârâyaòa?

- Sí, lo escuchamos, pero eso ¿qué importa? Durante toda su vida ha come­tido tantas actividades pecaminosas y sólo el nombre de Nârâyaòa, ¿las hará desaparecer? No es posible.

- ¡Oh! ¡Vuestro amo no os ha instruido bien! Ahora que Ajâmila ha pronun­ciado el nombre de Nârâyaòa, ha pasado instantáneamente a otra jurisdic­ción. Ya no se encuentra bajo su control. ¿Él no os ha dado esas instrucciones?

- No, no, desconocemos todo eso.

- Entonces, retornad y preguntadle.

Ajâmila fue liberado. Asustado por la posición y grandeza de los mensajeros de Viëòu, los Yamadûtas huyeron. Ajâmila pensó: “Cuál es la instrucción aprendida aquí?”

Esto es nâmâbhâsa. Es una conexión superficial con el Santo Nombre. No fue debido a la fe ni por la orden de su Guru que Ajâmila cantó el nombre de Nârâyaòa. No fue que a propósito el fue y tomó el nombre, sino que por accidente este apareció en su mente. Aun así, como resultado de sus activida­des piadosas previas, el nâmâbhâsa le dio la salvación.

Ajâmila se despertó de inmediato, recordó todas sus actividades pecamino­sas y comenzó a arrepentirse. Entonces partió hacia Hardvar sin decirle ni una sola palabra a su familia o a sus amigos. Allí cantó el nombre de Nârâyaòa durante mucho tiempo. En su debido momento, esos cuatro Viëòu­dûtas descendieron en una cuadriga divina y se lo llevaron al dominio espiri­tual consciente de Vaikuòùha.



Bromear y cantar



Parihâsya es otro tipo de nâmâbhâsa. Parihâsya quiere decir en broma. Algunas veces decimos en plan de burla: “¡Oh! ¿Estás cantando el nombre de Kèëòa?” Si uno está bromeando, poniendo en ridículo a los devotos Hare Kèëòa en la calle, y dice “Hare Kèëòa”, eso puede ser nâmâbhâsa, siempre y cuando esté relacionado con sus créditos piadosos previos. Este tipo de canto puede otorgar mukti, liberación, pero no la oportunidad de ejecutar servicio divino.



Kèëòa como un nombre cifrado



Stobha, usar el Santo Nombre con alguna intención distinta, es otra clase de nâmâbhâsa. Algunas veces estas palabras, Nârâyaòa o Kèëòa, pueden usarse con algún significado técnico o como una palabra en clave. Jîva Gosvâmî aprovechó esto en su libro de gramática sánscrita Harinâmâmèta vyâkarana. Cuando alguien está tocando el tambor mèdanga, usando los nombres de Gaura-Nitâi, Gaura-Nitâi, para representar los distintos redobles, el sonido producido puede ser nâmâbhâsa.



Cantar sin atención



Otra clase de nâmâbhâsa es hela: Cantar el Santo Nombre sin la atención debida. Algunas veces cuando nos levantamos de la cama por la mañana, decimos con descuido: “Hare Kèëòa”, y de ese modo nos sacudimos la indo­lencia. Incluso ahí puede haber nâmâbhâsa. La nâmâbhâsa puede liberarnos de nuestra posición actual, pero no nos puede abrir las puertas de Vaikuòùha. Eso es sólo posible mediante el servicio devocional.

Un musulmán que moría ensartado en los colmillos de un jabalí gritó: “Hâ râm”, queriendo decir: “Esto es abominable”, pero debido a sus créditos piadosos previos, esa expresión se convirtió en nâmâbhâsa y obtuvo la libe­ración por cantar el nombre del Señor Râma.

La nâmâbhâsa puede presentarse y otorgar la liberación, pero no nos puede proveer la oportunidad de servir. Sólo si nuestra mente está sobrecargada con actitud de servicio, nos elevará al plano sutil y más excelso, no de otra manera. Si las tendencias a la explotación y a la renunciación están mezcla­das con nuestro canto, éste no dará el resultado deseado.



Civilización superior


Debemos cantar con actitud de servicio (sevonmukhe hi jihvâdau). ¿Cuál es nuestra meta? Queremos el servicio al Señor: “Morir para vivir”. Queremos una vida de pureza, llena de autoentrega; queremos una vida generosa. Que­remos vivir la vida de los que no desean obtener, sino dar. Queremos una vida civilizada en el dominio de una sociedad superior, donde todo el mundo es una unidad que da, una unidad que emana, y no una unidad que absorbe. Allí todo el mundo es armonioso y está especialmente centrado en Dios. Todos son de naturaleza divina, y divinidad significa dedicación al centro de toda la armonía, el Bien Absoluto. Por ello, hemos de cantar el Santo Nombre con ese espíritu y ejecutar todos los actos con devoción a Kèëòa. Tenemos que tratar de seguir el sendero positivo del servicio a Viëòu y a los vaiëòavas, a Kèëòa y a Sus devotos, y con esa actitud debemos cantar el Santo Nombre de Kèëòa.



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