lunes, 15 de marzo de 2010

Sermones del guardián de la devoción II - 2º

CAPITULO DOS


El ojo para ver al dhâma


ISKCON desire tree - Varaha Dvadasi 02

ISKCON desire tree - Varaha Dvadasi 02 por ISKCON desire tree.


ISKCON desire tree - Varaha Dvadasi 01

ISKCON desire tree - Varaha Dvadasi 01 por ISKCON desire tree.


En una nación ordinaria existe una capital, en donde el trabajo y la posi­ción del rey son más intensos que en cualquier otra parte del país. Similar­mente, el Señor está en todas partes y Su existencia concentrada se encuentra en el dhâma o la Morada Sagrada. Con una visión plenamente desarrollada pode­mos sentir las características especiales del dhâma; debe­mos sentir Su presencia en todas partes, pero con intensidad particular en el dhâma. Con el despertar de nuestro ojo verdadero, seremos capaces de sentir y apreciar de acuerdo con este criterio. No existe dhâma para aquellos que no tienen ojos para verlo. También existe una jerarquía en el dhâma. Todos se encuentran en actitud de servicio, todo está contribuyendo a la realidad ya sean pájaros, bestias, gusanos, insectos. Sus sentimientos de corazón, gestos, postura o movimientos contribuyen exclusivamente a los pasatiempos del Señor.

Dhâmera svarûpa, sphuribe nayane: En una canción, Ärîla Bhaktivinoda Ùhâkura aspira por esa visión pura del dhâma. De otra manera, nos parecerá completamente ordinario, como una jungla. La pureza del agua del Ganges sólo es percibida por aquellos que tienen la fe apropiada o äraddhâ: Para otros ojos será agua ordinaria. Lo mismo se aplica a la Deidad o Ärî Mûrti. Uno puede pensar que el Ärî Mûrti del Señor Jagannâtha en Purî es una figura tosca: Sus brazos parecen incompletos, Sus pies no son visibles, Sus ojos son tan enormes; aun así, Mahâprabhu se paraba ante ella por horas, derramando lágrimas; nadie podía moverlo de ese lugar. ¿Qué veía Mahâprabhu en esa figura y qué es para nuestros ojos? Así, de acuerdo con la profundidad de visión de nuestro ojo interior, podremos acercarnos al plano del dhâma, la Deidad y la purificante agua del Ganges. Äraddhâ mayo ‘yaê puruëaì (Bhagavad-gîtâ 17.3): “La naturaleza de una persona es mode­lada de acuerdo con la fe”. ¿Qué valor tiene un espejo si no se tiene visión? En el espejo encontramos un reflejo, pero si el ojo está ausente, ¿qué se podrá ver en el espejo? Así el ojo apropiado, la fe, es necesario. De acuerdo con el äraddhâ, el carácter específico del dhâma como distinto de todos los demás lugares, podrá ser apreciado, descubriendo su forma real. Todo depende de äraddhâ, la fe.

La fe es el único vínculo efectivo. Si deseamos tener algún enlace con el sol o la luna , los instrumentos ordinarios no servirán sino que algún medio plenario como la electricidad, etc., tendrá que intervenir. Debemos aproxi­marnos pasando por un plano similar al objeto. Similarmente, podremos dirigirnos al Infinito sólo con la ayuda de äraddhâ. No podemos esperar tener conexión con el plano más sutil de experiencia con la ayuda del ojo, la nariz o los oídos o aun por medio de la inteligencia o la razón. Si deseamos tener alguna conexión con ese plano más fino, que está sosteniendo esta creación, sólo es posible a través de la fe (äraddhâmayo ‘yaê puruëaì).

Luego, surge el asunto de la credibilidad: La fe puede ser ciega, pero en tanto la calidad de “fe ciega” exista, también existe como algo posible la fe “consciente” la fe ciega es una fe enferma, pero nosotros debemos relacio­narnos por medio de la fe real o saludable. Sin embargo, nuestra experiencia estará confinada a nuestras limitaciones, entonces, ¿qué tanta fe podemos reunir?


Fe infinita en el Infinito


Cuando tratamos de establecer una conexión con el Infinito, existen infini­tas posibilidades. Pero, ¿qué tanta fe pueden tener cosas finitas como noso­tros? ¿Qué tanto podemos imaginar? La imaginación también debe tener un límite; no obstante el Infinito existe más allá de los límites de cualquier imagi­nación. El Infinito es tan espacioso y amplio que aun nuestra imaginación falla al considerarlo. ¿Qué tanto podemos imaginar? Somos nacidos y criados en una celda; nuestra experiencia es limitada y nuestra imaginación también es limi­tada. Entonces la imaginación no puede ser extendida para que tome un carácter infinito. Debemos ser conscientes que estamos yendo a establecer nuestra relación con el Infinito, donde la más grande imaginación es sola­mente un punto. La imaginación no puede devorar al Infinito, así que a la imaginación no se le debe permitir obstruirnos. ¿Qué tanto podemos imagi­nar? Algo muy escaso en comparación con el Infinito. No debemos permitir­nos ser esclavos de nuestra imaginación. El Infinito es tan amplio, que no podemos tener ningún concepto de éste, no podemos imaginarlo. Sólo la fe genuina puede ayudarnos en esa dirección, hacia el Infinito. Y aun así tene­mos alguna concepción, se dice que la clave para que se haga conocible a nosotros se encuentra en Su mano. Cuando Él abra la puerta, podremos entrar. La llave no está en nuestras manos. Podemos ver sólo tanto como Él lo desee. Él es adhokëaja, trascendental. Tenemos que aceptar primero esto antes que podamos aproximarnos a Él o siquiera esperar conocerle. Debe­mos prepararnos con esta actitud de aceptarlo como adhokëaja.

Si Él no nos permite entrar en Su dominio, ¿deberíamos negar Su existen­cia? Él es libre de hacer lo que desee, ¿qué puede perder? Somos nosotros los perdedores. Así, debemos reconocer sumisamente el reino adhokëaja por encima de nosotros. Por encima de la filosofía de Äaôkarâcârya, Ärî Râmânuja introdujo este principio adhokëaja.


El reino superobjetivo


Debido a que no podemos entrar a ese reino como sujetos o haciéndolo un objeto de nuestra investigación, negamos Su existencia. ¿Qué significa esto? Los tontos pueden estar satisfechos con tal tendencia imaginaria, pero real­mente existe tal dominio y cuando Él desee llevarnos a Su jurisdicción podremos tener alguna experiencia del mismo. Esto es adhokëaja, Él es adhokëaja, trascendental, supramental. No podemos entrar a ese dominio como sujetos. Aun si nos aproximamos como investigadores, podremos cono­cer de Él sólo aquello que Él nos lo permita. Aun así, tenemos que admitir que existe tal reino, el reino supersubjetivo. Nosotros somos sujetos y ese reino el Supersujeto. La jîva-caitanya, el alma, no es la existencia final. Sócra­tes dijo que el alma es inmortal y puede vivir independientemente de la materia. Él se dio cuenta que el alma es una unidad independiente de la materia, no es un producto de la materia. No obstante no es la sustancia final. Comparada con la materia, el alma es espiritual, pero al mismo tiempo ésta puede ser considerada como materia en comparación a su conocedor, la Superalma, Paramâtmâ, y así sucesivamente. El reino supersubjetivo progresa hacia adelante más y más. Allí, todos son nuestros Maestros; no podemos ser controladores allí, sólo sirvientes. Si deseamos entrar en la posición más elevada, debemos aceptar la posición de esclavo del esclavo. Sólo entonces podremos tener la oportunidad de entrar en ese dominio. Esto no es irra­zonable.

Alguien puede pensar que materia, gas, cielo y finalmente éter son el límite de la existencia; o que más allá del éter, la electricidad es el límite. Pero más allá de esto está el alma, como dijo Sócrates. Allí, el alma existe trascen­diendo la materia en todas sus fases. Así también, el alma es sólo una partí­cula en el lado burdo del Absoluto. Hay una existencia más fina como la Superalma, y aún más. Exactamente como en la creación material existen muchos estados tales como tierra, piedra, madera, oro, etc., existe una gradación similar en la sustancia espiritual. Generalmente, dos: En la parte inferior, Vaikuòùha, y en la esfera superior, Goloka o la tierra del amor.


El juego del Dulce Absoluto


La existencia espiritual puede ser dividida en tres clases básicas: sat, cit, ânandam. Por encima de la existencia subjetiva de cetana o cit, la jîva alma, existe un elemento superior fundamental, categóricamente diferente, de ânandam o felicidad, éxtasis. Esta no es únicamente cit, subjetiva, sino la culminación del sujeto como ânandam, pleno en sí mismo, o más específica­mente en Sí mismo. Y este es el principal elemento por encontrar en Goloka. El conocimiento es allí un subordinado; el conocimiento (jñâna, anubhûti), la percepción o experiencia, aun de lo trascendental, es un subordinado, some­tido, y la corriente automática de ânandam, belleza y armonía, es la caracte­rística real de la sección Goloka. Jñâna no desempeña ningún papel allí (jñâna-äûnyâ-bhakti). Es algo así como intuición.

El movimiento allí es intuitivo y lleno de éxtasis, no hay movimiento por cálculo; todo es por intuición (sambhandha-jñâna). Cómo y de dónde viene, no importa.. Ellos no son sino instrumentos en las manos de ânandamaya-vilâsa o juego extático. Esto es Goloka y se nos dice que si tenemos fe, nos daremos el trabajo de hacer un viaje hacia ese plano. La fe deberá ser la guía, impulsada por nuestro intenso deseo (lobha, laulyam). Nuestra atrac­ción y sentido de necesidad por esto toma prioridad: “Sí, deseo eso”. Enton­ces, empezamos. Exactamente como Hegel dijo: “La idea precede a la acción”. Así, en äraddhâ, sentimos: “Sí, deseo eso”. Luego debemos aceptar el incon­veniente de aproximarnos. Se nos dice que ésa es la posición más elevada, la tarea intuitiva del amor en los pasatiempos divinos (vilâsa). Y en ésta, la concepción suprema, se puede encontrar la felicidad o éxtasis. Aquél que se sienta atraído se tomará el trabajo de aceptarlo e ir a ese lugar; eso es dado por el Bhâgavatam y Mahâprabhu.


La tierra de la belleza


Satyam es la tierra de la concepción de existencia; äivam es la tierra de la bondad y sundaram es la tierra de la belleza. Äivam quiere decir maôgalam, o sea, aquello que está libre de la mortalidad, una existencia inexpugnable. Hay existencia en la mortalidad: La energía material también existe. Pero hay una tierra donde no hay muerte y a ésta se la llama äivam o maôgalam. Y sundaram es la vida positiva de atracción. Uno aspira a tener tal clase de vida. Sundaram es una vida que vale la pena vivirse. Existe tal tierra en el plano superior. Mahâprabhu y el Bhâgavatam nos llaman para eso: “Aquí está el lugar y tú eres un hijo de esa tierra. Si te analizas profundamente encontra­rás que eres un hijo de ese plano. No has sido creado para este lugar donde la aprensión y la incertidumbre están siempre causándote problemas; debes ir más allá de estos linderos, sube y encontrarás Äivam, no aprensión, sino vida positiva. Si realmente deseas esto, tendrás que entrar en el área de Goloka, la tierra de la belleza y el amor. Sin consideraciones, sin necesidad de cálculos. Allí ningún fraude o engaño puede siquiera imaginarse. Así que el cálculo y el razonamiento no tienen lugar. Automáticamente, todo es bueno, todo es completo. Este es el concepto general”.

Entonces, con el ánimo de la satisfacción, Yogamâyâ ha diseñado las cosas de tal forma que los asociados de Kèëòa están temerosos de perderlo y Kèëòa también extraña a Ärîmatî Râdhârâòî o a madre Yaäodâ, etc. Esto es así dise­ñado para mantener allí los pasatiempos y no por fuerza de necesidad. No es por necesidad, sino como una forma de vida: Se mantiene como una cos­tumbre y no por necesidad.


aher iva gatiì, premòaì svabhâva-kutilâ bhavet

ato hetor ahetoä ca, yûnor mâna udañcati

Caitanya-caritâmèta, Madhya 8.110


La naturaleza del amor es zigzagueante como una serpiente, por lo tanto dos tipos de orgullo pendenciero surgen entre el amante y el amado: Justifi­cado e injustificado”.

Ärîla Rûpa Gosvâmî da este ejemplo. Por naturaleza la serpiente avanza con un movimiento curvo o de zigzag. Así, en la tierra del prema (amor divino), mâna, abhimâna (discusiones amorosas, ego) y demás, forman parte de la naturaleza de los tratos de allí, pero no por necesidad o deseo. Ésa es la forma del vilâsa o los pasatiempos.

Devoto: En el día de la aparición de Ärîmatî Lalitâdevî, usted estuvo diciendo cómo Lalitâ salía a las calles de Vèndâvana con un lápiz y un papel...

Ärîla Ärîdhara Mahârâja: Convocando a izquierda y derecha: “¡Vengan y únanse a mi grupo! Yo les daré ocupación en el servicio de Râdhâ y Govinda”. Y eso es infinito.

Devoto: Entonces Mahârâja, ¿puede alguien que está aspirando al servicio devocional identificarse con las ideas de llegar a estar enrolado en un campo en particular?

Ärîla Ärîdhara Mahârâja: Por supuesto, de otro modo, ¿para qué existi­rían? No hay una regla de limitación que diga que todos los puestos están ocupa­dos. Esto es infinito.

Devoto: Pero de cualquier forma es una audacia

Ärîla Ärîdhara Mahârâja: Una audacia, una impertinencia

Devoto: Sí, ¿ir y pedir ser ocupado en mâdhurya-lîlâ, los divinos pasatiem­pos conyugales?

Ärîla Ärîdhara Mahârâja: Será inevitable. La necesidad no se preocupa por nada más. No existe pérdida en la necesidad. Cuando alguien encuentra la aspiración, desamparada o inconscientemente apelará: “Por favor, apun­ten mi nombre”. Él no puede resistirlo.

Devoto: Esta pregunta me preocupa mucho. Es inconcebible cómo los gran­des asociados del Señor realmente desean llevar a otros a tal ocupación.

Ärîla Ärîdhara Mahârâja: No hay escasez de facilidades en ese lado. Mahâprabhu dice:


tuyâ dayâ aichena parama udârâ

atiäaya manda nâtha bhâga hâmârâ


Cualquier cosa que falte es culpa mía. No existe defecto a Tu lado”. El Âcârya Ùhâkura Bhaktivinoda nos ha dado esta interpretación:


nâmnân-akâri bahudhâ nija-sarva-äaktis

tatrârpita niyamitaì smaraòe na kâlaì

etâdèäi tava kèpâ bhagavan mamâpi

durdaivam idèäam ihâjani nânurâgaì


¡Oh Señor! Tu Santo Nombre otorga toda clase de buena fortuna sobre el alma, así has distribuido Tus muchos Santos Nombres tales como Kèëòa, Govinda, etc. Tú has ofrecido toda Tu potencia trascendental en Tu Santo Nombre, sin adjuntar ninguna regla difícil (escritural o filosófica) concerniente a tiempo, lugar o circunstancia, para que fuera observada al cantarlo. Mi querido Señor, Tú has hecho compasivamente que Tu Santo Nombre sea asequible a las almas ordinarias, y aun así, mi mala fortuna, mis ofensas, no me permiten desarrollar amor por ese bondadoso nombre”.

Por lo tanto Ärîla Bhaktivinoda Ùhâkura dice: “No encuentro ningún gusto por Ti dentro de mi corazón, pues es duro como una roca. Existe gracia ilimi­tada de Tu lado, pero yo soy tan miserable, tan bajo y Tu eres tan elevado”.

Gracia abrumadora: El nacimiento de la fortuna


Pero este sentimiento no puede surgir sin que se esté en la relatividad de ese mundo superior. Sin eso, tales pensamientos no pueden surgir. Cuando se está en la relatividad de ese plano, el pensamiento de la gracia abruma­dora también surge. Uno siente esa gracia, aunque se sienta descalificado en sí mismo. Y ése es el comienzo: La fortuna comienza allí; la necesidad es la madre de la invención. Äraddhâ ha venido mostrando tan gran prospecto al devoto y él está muy ansioso de obtener ese prospecto, pero fracasa. Ese fracaso está también en cierto sentido participando de una posición particu­lar. Él está ya en la relatividad del Infinito, de otra forma no podría hacer tales declaraciones. ¡Es infinito! Sin importar el grado de realización que pueda haber alcanzado, él permanecerá insatisfecho debido a que eso es infinito. Na prema gandho s’ti darâpi me harau: “¿Existe tal realización en mí? No, no la poseo, porque es imposible poseerla”. No obstante, la posesión está allí en el sentido negativo: “Yo soy tan negativo”.

Esta es la naturaleza de la posesión negativa de lo positivo y así, ella puede atraer lo positivo. Entre más se encuentre en cierto lugar la característica negativa, más se encuentra atraído lo positivo. Ésa es la verdad subyacente.

Ärîmatî Râdhârâòî dice: “Tengo la más alta necesidad de Kèëòa”. El senti­miento de necesidad en la ausencia de Kèëòa no se encuentra en ninguna otra parte tanto como en su corazón. Y eso satisface a Kèëòa. Colocando a un lado todas las otras demandas, Él desea venir y satisfacer la demanda de ese corazón, donde el deseo por Él es del grado más elevado. ¿No es esto natu­ral? Dedicación. Somos unidades o aspectos del grupo de la dedicación y no de la realización. La realización es una cosa estancada, ésta es una califica­ción en el mundo limitado. Pero en lo ilimitado tal actitud no puede permane­cer. La naturaleza allí es këudhâ.

Devoto: ¿Këudhâ significa sed insaciable?

Ärîla Ärîdhara Mahârâja: Sí, sed insaciable, así que la más diminuta gota de néctar será saboreada como algo muy, muy dulce, refrescante.

Una vez en Madras, un caballero me preguntó: “¿Su más grande ideal es Caitanyadeva? ¿No es ése un concepto peligroso? Siempre loco con el deseo de algo, gritando y frotando Su cara contra la pared, tan intensa locura por el deseo de Kèëòa. ¡Eso es algo peligroso para nosotros! Deberíamos más bien estar temerosos de hacer de ese el ideal de nuestra vida”.


bâhye viëa jvâlâ haya, bhitare ânandamaya

kèëòa premera adbhuta carita

Caitanya-caritâmèta, Madhya 2.50


La extraordinaria característica del amor por Kèëòa se encuentra en los síntomas de angustia desesperada en el exterior y éxtasis en el interior”.




El gozo de anhelar la verdad


El extremo anhelo por la verdad es en sí mismo ânandam. “Yo sólo deseo la verdad, nada más”, esto es ânandam. Está libre de cualquier cosa no esen­cial. Y por naturaleza, la realización más elevada se encuentra en el aspecto negativo; el intenso sentimiento de negatividad es el logro más elevado en su más plena posición. La realización de la vida está en la necesidad de la potencia negativa.

Devoto: Mahârâja, ¿esa negatividad significa humildad?

Ärîla Ärîdhara Mahârâja: Sí, ésta comienza por la humildad, como Ärî Caitanyadeva nos ha enseñado, uno debe considerarse más bajo que la hierba, ser más tolerante que un árbol y nunca esperar respeto para sí, sino siempre ofrecerlo a otros.

Ärîla Bhaktivinoda Ùhâkura ha explicado que realmente somos más bajos que la hierba debido a que en nuestra existencia presente somos vikèta o trastornados. Pero una hierba es al menos pasiva y mantiene su posición natural. Hemos perdido nuestra función natural y hemos llegado a ser de valor negativo; carecemos del valor positivo de la hierba debido a que somos adversos.

Estamos yendo en contra del propio interés con nuestra inteligencia. Tene­mos inteligencia, pero está mal dirigida, opuesta al orden correcto de las cosas. La hierba está en equilibrio, no puede moverse, pero nosotros pode­mos movernos en una dirección equivocada. Así, que realmente estamos en una posición más terrible que la hierba. Nosotros usamos nuestras habilida­des voluntariamente para dirigirnos de manera incorrecta, pero la hierba man­tiene su posición fija sin desviarse.

En el sentido mundano podemos sostener una posición superior a la del pasto o el árbol; pero, ¿qué de eso? Todos nuestros créditos están siendo mal utilizados por nuestro egoísmo. Así, somos más bajos que la hierba. Estamos armados, pero armados para el suicidio. Un demente no debería poseer un puñal, él es peligroso, puede herirse a sí mismo en cualquier momento, pues está loco.

La tolerancia del árbol puede ser vista también a la misma luz. El árbol debe tolerar sus acciones anteriores, pero nosotros debemos estar alertas no sólo de las acciones anteriores, sino también de las presentes. En este momento podemos cometer algún error, así que nuestra posición es más peligrosa que la de un árbol que está solamente cosechando el resultado de su acción previa, pero nosotros necesitamos protegernos de nuestro mal comportamiento actual, así que requerimos más tolerancia que un árbol. Nosotros debemos pensar: “Deberé ser más cauteloso que un árbol en mi actitud de tolerancia. Mi posición es más peligrosa debido a que mis logros especiales están yendo en contra mía”.


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jueves 11 de marzo de 2010

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