Oración del Guru de Bhusundi al Seïor Çiva:
“Un día estaba repitiendo el Nombre de Çiva en un templo sagrado para Hara y entró mi Guru; por mi orgullo no me levante a saludarle. El era demasiado bueno para decirme nada, ni siquiera sintió el más mínimo resentimiento en su corazón. Pero el grave pecado de no mostrar respeto al Guru no podía ser tolerado por Çiva.
“Una voz eterea salió del templo y dijo: “Miserable y presuntuoso loco, aunque tu preceptor no conoce la ira y posee una sabiduría verdadera y perfecta, yo debo pronunciar una maldición contra ti. Si no te castigo, será violada la santidad de Mis Leyes Vedicas. Los locos que desean el mal a su Guru son arrojados al infierno llamado Raurava durante mil Yugas. Despues nacen en las especies subhumanas y sufren tormento durante diez mil existencias consecutivas. Como te quedaste pegado a tu asiento como un pitón, tomarás forma de serpiente, pues tu mente está impregnada de pecado. Y condenado a ese vil estado, irás y buscarás algún hueco en un árbol.”
“El Guru lanzó un lamento al oír la terrible maldición de Çiva. Y al verme temblar de miedo, una profunda agonía se apoderó de su alma. Al pensar en mi horrible destino, el brähmaëa se postró ante Çiva y, con la voz ahogada por la emoción, rezó así:
“Te adoro, guardián del Sureste y Rey de todo el universo, dicha eterna en persona, omnipresente Brahmä. Te adoro, Seïor Çiva, brillante en Tu Gloria, sin Cualidades Materiales, Carente de Deseo y Diferencias, Conciencia Permanente, cuyo único Vestido es el Éter. Me inclino ante el Seïor Supremo, Desprovisto de Forma, Transcendente y Extracósmico, más allá de las palabras, el entendimiento y la percepción de los sentidos, Terrible y Gracioso a la vez, Semilla de la Sílaba Mística OM, Rey de Kailasa, Devorador del Gran Espíritu Tiempo y Fuente de Virtudes. Adoro al Todo Misericordioso Çaìkara, Seïor Universal, Amado por todos, Insondable, de Forma Blanca como la nieve del Himalaya y Radiante Belleza como mil Cupidos, cuya Cabeza resplandece con el río Ganges, cuya Frente está adornada por la Luna creciente y el Cuello rodeado de serpientes, que lleva tremulos pendientes en los lóbulos de las orejas y tiene Cejas hermosas y grandes Ojos, de Rostro alegre y un lunar azul en la Garganta, con una piel de león rodeando su Cintura y una guirnalda de calaveras alrededor de su Cuello. Yo me refugio en el Esposo de Bhaväné, el Seïor Supremo, Terrible, Elevado, Intrepido, Indivisible, No Nacido, e Investido con La Gloria de Mil Soles, que arranca la agonía en sus tres aspectos y lleva un Tridente en Su mano, sólo accesible por medio del Amor. Más allá de todo número, siempre bendito, causa de la Destrucción Universal al Final de cada Ciclo de la Creación, Conciencia y Dicha en Persona, Disipador de la Ilusión, ten piedad, Mi Seïor, ten piedad, oh Destructor de Cupido. Mientras no adoran los pies de loto del Seïor de Umä, los hombres no tienen felicidad ni paz, y sus dolores no terminan ni en este mundo ni en el venidero. Por tanto, ten piedad, ya que vives en el corazón de todos los seres vivos. Yo no se Yoga ni Japa ni rituales. Simplemente me postro a Ti a cada momento. ¡Oh Çambhu! Te pido que me protejas, ya que soy miserable y afligido por los sufrimientos de la vejez, el nacimiento y la muerte, ¡oh Çambhu!”
“El brähmaëa recitó este himno de ocho versos para calmar al Seïor Hara. A Çré Çambhu le agrada que los hombres lo repitan con devoción.
“El Omnisciente Çiva vio la devoción del brähmaëa. De nuevo salió del templo una voz eterea que dijo: “Pide un don, oh gran brähmaëa.” Si estás complacido conmigo, Seïor, y eres amoroso con los mansos, concedeme devoción a Tus pies y otórgame otro don. Vencida por Tu Mäyä, la estúpida Jéva167 vaga constantemente de un vientre a otro en medio del error. Por eso, Misericordioso Seïor, no te enfades con el. Se bondadoso con esta criatura, oh Çaìkara, pues eres compasivo con los humildes, de tal modo que tu maldición resulte ser una bendición para el en poco tiempo.
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